La lógica del más fuerte
Muy superior físicamente, el Barça no tuvo enemigo en una desacertada Penya
Salva Maldonado, que andaban muy justos de gasolina. Y el Barcelona, que lleva siete victorias consecutivas en busca del ya único título posible para salvar la temporada, le dejó bien pronto sin una gota, explotando al límite su enorme superioridad física. Y en el descanso ya había hecho todo el trabajo: 42-21.
Fue listo el equipo de Xavi Pascual en no pensar ni por un momento en lanzarse a un concurso de tiro exterior, sino en abusar de su ventaja en kilos y centímetros. Así, mientras unos se privaban de lanzar triples (0/2 en el primer cuarto y un único acierto, de Abrines, en toda la primera parte) los otros los fallaban (3/15 en esos 20 minutos), obligados casi siempre a lanzar en mala posición por la buena defensa individual blaugrana. Y como el dominio local en el rebote era abrumador (12 a 5 en el primer cuarto) todo quedó decidido por la vía rápida: 9-2 a los 3m 50s y 23-10 a los 10m.
Había tanta diferencia que no tuvo la menor incidencia en el juego lo que para los no iniciados resultaría un cambio incomprensible: a los 6m 40s entró Pleiss por Tomic, que con un 4/6 en el tiro llevaba en el 15-8 más de la mitad de los puntos de su equipo y los mismos que todo el rival.
Con el 42-21 del descanso, la mayor distancia hasta entonces (luego hubo un 62-39), la segunda parte estaba de más. Y el primero que lo tuvo claro fue el Barcelona, que nunca alcanzaría ya el nivel de antes, empezando por la agresividad, lo que permitió respirar un poco al ataque verdinegro, entonces con más triples que canastas de dos, hasta empatar a 20 el parcial del tercer cuarto, aunque todos los rebotes seguían siendo para los de casa.
Y aquella tendencia hacia la igualdad aún se agudizó en el último período, hasta el punto de que la Penya, aun en medio de un desacierto generalizado, llegó a hacer suyo el parcial de la segunda parte con marcadores de 65-50 (35m) y 71-55, éste antes de encajar un 6-0 de ahí al final. Por supuesto, nadie se inmutó. Ni Hezonja o Nachbar, que no jugaron ni un segundo.
Eso sí, la batalla de las aficiones la ganó la verdinegra, que se hizo oír coreando gritos burlescos de pasado cercano (“Olympiacos”, “Spanoulis”) e incierto futuro (“Athletic”) ante el incomprensible silencio del público del Palau, que parecía hipnotizado.