Otra vuelta de tuerca
Manel Pérez En apariencia, la Reunión del Cercle d’Economia que ayer abrió en Sitges el president Artur Mas iba a repetir el guión del año anterior. Tras un largo preámbulo dedicado a vender las supuestas virtudes de su gestión y a describir una economía cada vez más rosácea, el president volvió a defender el proceso soberanista. Y, también en apariencia, el guión se repetía cuando, previamente, el presidente del Cercle, Antón Costas, le recordó, como en el año anterior, que el foro empresarial defiende una “consulta legal, pactada y bien informada”. También volvió a plantear la particular versión del Cercle de lo que se ha venido en llamar tercera vía, es decir, un pacto que asegure a la Generalitat competencias exclusivas en lengua y cultura, un modelo de financiación satisfactorio que incluya alguna modificación del sistema foral vigente en algunas comunidades y, al final, una consulta para ver si los catalanes aprueban esa “transacción”.
Guiones calcados a los de la reunión anterior. Pero ayer ambos personajes, como en la novela de Henry James, le dieron una vuelta de tuerca a sus argumentos. El resultado fue el ensanchamiento de las distancias políticas entre el president y un sector significativo de la burguesía barcelonesa.
Mas explicitó que aumentaba su apuesta respecto a lo plan- teado el año anterior al situarse del lado de los que buscan “una mayoría suficiente en Catalunya que quiera un Estado para ella misma”. En el patio de butacas entendieron que el president había explicitado su apuesta por la independencia y ya no hubo otro elemento de debate en la sala. Costas le enfrentó a las preguntas de los que podrían ser arquetipos de la base social de su coalición, “votante de Convergència, catalanista moderado no independentista”, en afortunada autodefinición de un anónimo interpelante que se peguntaba cómo iba a seguir escogiendo la misma papeleta. Mas respondió mostrando su perfil “moderado” y pidió a sus votantes de siempre que tengan en cuenta que la alternativa a su propuesta es la de los “intransigentes”, contrapuesto a los “escépticos”, categoría con la que se identificó y de la que dio a entender que siempre es capaz de atisbar posibilidades de acuerdo donde otros no ven más que enfrentamiento.
Pero Antón Costas, pese a la reafirmación de Mas en sus postulados, también quiso apretar un poco más y le rogó al president que “esté con la gente que trabaja para que haya sobre la mesa una alternativa que evite
Mas y Costas dejaron claro que, un año después, las diferencias políticas se han ampliado La audiencia no espera soluciones de Rajoy y alguno cree que hay que pagar más impuestos para evitar un estallido
la ruptura”. Petición que Mas declinó con educación y firmeza: “llevamos décadas haciendo esto, negociando y pactando y habría que preguntarse por qué hemos llegado a esta conclusión”.
Después, en los pasillos, mucho escepticismo. Ni la economía se veía tan bien como la pintaba Mas, ni como después la presentó el ministro de Economía, Luis de Guindos, ni se atina a ver por dónde puede venir la solución. A la vista de los comentarios, la frialdad que encontrará mañana sábado Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno, será aún mayor a la del año anterior, cuando tras su comparecencia fue Costas quien recogió en solitario los aplausos de los asistentes.
Pragmático, el presidente de una de la multinacionales más grandes de Catalunya, resumió su impresión: “No espero que Rajoy diga nada, por ahí no va a venir la luz. Ahora, la economía es desigual, para unos va bien; para muchos muy mal. No quedará más remedio que pagar más impuestos para equilibrar las cosas y evitar que haya un conflicto social incontrolable”. Era la peculiar manera de un representante clásico de la burguesía ilustrada barcelonesa representada en el Cercle d’Economia de responder a la intensa preocupación que sienten las élites, tras los resultados electorales del pasado domingo y sus consecuencias en el gobierno de la capital catalana.