El Barça pone rumbo a la 9.ª
Un genial Saric y la grandeza de Karabatic lideran la reacción azulgrana hacia la final
“Sabemos cuál es nuestro trabajo: hacer el juego que sabemos, que funcionemos como una máquina. Si logramos esto dando el 100% será difícil vencernos”. Las palabras de Siarhei Rutenka fueron proféticas. El Barça cumplió consigo mismo, fue fiel a su calidad y a su compromiso, y dio el primer paso hacia la novena Champions al superar al Kielce de Talant Dujshebaev. Hoy (18h) disputará en Colonia ante el Veszprém (ganó al Kiel, 31-27) su 13.ª final de la máxima competición, cifra récord, cuarta en Colonia, en busca de un cetro que se le ha resistido en las dos últimas citas.
Llegó a sufrir el equipo azulgrana pese a que siempre dio la sensación de ser superior al conjunto polaco y de que no perdería el partido. Llevó la iniciativa desde el 2-1 con el que replicó al gol inicial de Aginagalde –donde evidenció sus problemas físicos–, tomó el mando con el 8-4 de Víctor Tomàs al contragolpe, su mejor aliado en el primer tiempo (7 de los 16 goles fueron a la carrera), y llegó al descanso moralmente por encima del Kielce, sin la necesidad de haber acelerado a fondo.
Pareció que el golpe decisivo lo daba el Barça en la reanudación, con un 3-0 que llevaba al 19-14, máxima renta catalana. Pero apareció el fantasma del Flensburg: el equipo de Pasqui erró en cuatro ataques seguidos, y el Kielce le clavó un peligrosísimo 0-4 con el que ajustaba el marcador y abría una nueva fase de incertidumbre e intercambio de empates (del 20-20 al 26-26).
Sin embargo, aprendió de sus errores del pasado. Pascual pidió tiempo, ordenó mover el ataque, no ofuscarse, calma, que no cundiese el pánico, y de paso dio entrada a Danjel Saric “porque necesitaba un revulsivo”. Dio con la clave el técnico barcelonés, porque el meta bosnio estuvo colosal. Desde que le paró el primer lanzamiento a Bielecki –llevaba un 6/6– y luego una doble parada, Saric se convirtió en la peor pesadilla para los polacos, para desesperación, como en el 2011, de Talant. Seguramente volvería a envenenarlo, como dijo entonces la bestia negra de los blaugrana. El hecho es que la salida de Saric tuvo un efecto reactivo. Bajó la persiana (10 paradas en 16 tiros, un brutal 62% de efectividad), bien ayudado por una defensa impenetrable –colosal el trío Viran-Sorhaindo-Karabatic–, y el Barça se disparó definitivamente, pasó del 22-22 al 31-27 en 15 minutos de festival de Saric.
Era como si al Barça le fuesen los retos complicados, como si no supiese rematar los partidos. Ofreció su mejor versión cuando vio las orejas al lobo. Con 2 goles arriba, en los 10 últimos minutos acabó de pasar el rodillo con un Karabatic descomunal, no sólo por sus 8 goles y su liderazgo, sino también por tomar la iniciativa cuando el equipo se encalla, por ser el primer guerrero defendiendo, por sus asistencias... “Este año es un tío muy importante, si no juega él tenemos que cambiar muchas cosas”, decía Noddesbo sobre Niko en declaraciones a TV3.
Hoy Karabatic volverá a ser decisivo. Por eso, una posdata: señores directivos del Barça, hagan un último esfuerzo –persuasivo, afectivo o económico– para que el mejor jugador del mundo siga siendo blaugrana. Sin él, este Barça no sería tan grande.