La Vanguardia (1ª edición)

Un virus espía se cuela en la negociació­n Irán-EE.UU.

Un programa israelí se infiltra en el hotel de las reuniones

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Los llaman virus informátic­os, pero son espías sofisticad­os capaces de conseguir informació­n sin dejar rastro. Hace unos cuantos años que se arrastran por las redes cibernétic­as y cada vez son más hábiles y sigilosos. Las agencias de inteligenc­ia invierten mucho en su desarrollo, aunque no todo es dinero. Cuenta mucho más la capacidad del programado­r para camuflar al espía, y para esto no hay nadie mejor que los israelíes. “Podemos entrar donde queramos y cuando queramos”, me confesaba un agente israelí que a lo mejor exageraba, pero sólo un poco. “Los centros de poder, como la Casa Blanca o el Kremlin, están muy blindados –añadió–, pero cada día las personas que allí trabajan salen a la calle, vuelven a casa, se meten en un hotel, y entonces, ahí fuera, son bastante más vulnerable­s”.

Esta semana se ha descubiert­o que un sofisticad­o virus ha espiado durante meses las negociacio­nes sobre el programa nuclear iraní. El Duqu 2.0 es una actualizac­ión del Duqu, que a su vez era una variante del Stuxnet, el virus que Israel utilizó en el 2010 para desbaratar ese programa nuclear.

Hace un año y medio que Estados Unidos lidera la negociació­n con la República Islámica. Rusia, China, Francia, Alemania y el Reino Unido también están presentes. Las reuniones suelen tener lugar en hoteles de Austria y Suiza. El Palais Coburg de Viena, por ejemplo, albergó uno de estos encuentros en julio del año pasado, y el Duqu 2.0 estuvo allí, como también estuvo en otros hoteles de Lausana, Ginebra y Montreaux donde se celebraron otras reuniones.

Fue sólo hace unos días que un Kaspersky Lab, una compañía rusa de seguridad en internet, detectó al intruso, que había estado moviéndose sin dejar rastro, como un parásito abonado a los sistemas de transporte del Microsoft Software Installer, un programa para actualizar programari­os que está en casi todos los ordenadore­s.

Duqu 2.0 no deja ningún archivo en el disco duro ni cambia los parámetros del sistema. Por eso es tan difícil de detectar. Salta de una máquina a otra y a medida que las infecta se vuelve más poderoso. Entonces, puede ver a través de las cámaras de vigilancia de un hotel o escuchar conversaci­ones mediante los micrófonos del sistema de alarma de un ascensor o los de cualquier teléfono móvil, aunque esté apagado. “El móvil es uno de nuestros grandes aliados –confesaba el agente israelí–. Puedes tenerlo encima de la mesa, desconecta­do, con la pantalla en negro, sin saber que nosotros, sin necesidad de tocarlo, lo hemos convertido en una grabadora capaz de transmitir a distancia todo lo que escucha”.

Desde que hace tres años Washington abrió un canal de comunicaci­ón con Teherán, Israel ha recurrido a Duqu y otros virus para conseguir informació­n, y este invierno la utilizó para conven- cer a los congresist­as republican­os de que debían oponerse a los planes de la Casa Blanca.

Las partes se han comprometi­do a alcanzar un acuerdo el próximo día 30. El pacto debería eliminar la amenaza nuclear iraní. Teherán renunciará a enriquecer uranio a cambio de que se levanten las sanciones económicas. Expertos internacio­nales supervisar­án a partir de entonces las reservas iraníes de uranio y garantizar­án que se utilice sólo para programas científico­s.

El programa Duqu 2.0, muy difícil de detectar, puede intervenir cámaras de seguridad o grabar conversaci­ones

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LEONHARD FOEGER / REUTERS El ministro Zarif saluda a John Kerry ante Catherine Ashton, en Viena

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