Y la gente llenó la plaza
Seguidores de Colau y ciudadanos que no la votaron respondieron al llamamiento de la alcaldesa
Yla gente llenó ayer por la tarde la plaza Sant Jaume. No tanto como en la tradicional jornada castellera de las fiestas de la Mercè, pero... A pesar del calor a ratos tremendamente desagradable. A pesar del lento paso de las horas, el cansancio que cobraba protagonismo y el flaquear de las rodillas. A pesar de que en el fondo la retransmisión de la pantalla gigante no se oía con mucha nitidez, se antojaba muy monótona y además mucho más larga que un día sin pan. La gente llenó la plaza de un modo muy alegre, festivo y sobre todo muy esperanzado en un incierto futuro. Fue una jornada muy singular. Este tipo de investiduras no son habituales por estas latitudes. Y un par de vendedores ambulantes de latas de cerveza decidieron ofrecer su mercancía a un euro y medio la unidad, cincuenta céntimos más del precio habitual en las callejuelas del Raval y el Gòtic. También se dejaron ver los amigos de un par de tipos que al parecer se casarán en breve.
Los altos representantes del Ejército y de la Guardia Civil entraron tranquilamente en el edificio consistorial, luciendo sus uniformes de gala. También algunos comerciantes de tiendas de lujo del paseo de Gràcia, muy elegantes. Nadie los abucheó ni les hizo ningún escrache ni nada parecido. Tampoco a los concejales convergentes. Mucha gente quiso responder de este modo al lla- mamiento de Ada Colau y hacer de su investidura como alcaldesa de Barcelona todo un sarao ciudadano la mar de alegre y familiar. Repartieron globos, pancartas y recortables. Y es que a la cita no acudieron únicamente sus seguidores, los incondicionales de Colau, la gente enfundada en camisetas con los logotipos de Podemos y de BComú, la gente que lleva meses siguiéndola y que la votó encantada el pasado 24 M.
A la plaza Sant Jaume también acudieron ayer por la tarde un buen puñado de independentistas, de comunistas, de ecologistas, de huelguistas, de marxistas, de republicanos, de defensores de los derechos de los animales, de grupos preocupados por la calidad del aire que respiramos, de ilustradores y diseñadores que quieren reivindicar el valor de la cultura... de muchas personas de aspecto muy convencional que confesaron que no apoyaron a BComú en las urnas, pero que ayer, prosiguieron explicando, quisieron dar un voto de confianza al nuevo gobierno de la capital de Catalunya. Y Colau se dio un baño de masas muy emotivo. No fue la única a la que le saltó alguna lágrima.
Porque la plaza Sant Jaume siempre fue punto de encuentro de descontentos, disconformes, personajes pintorescos y movimientos alternativos, de mucha gente de todas las edades que protesta y que quiere cambiar muchas cosas a su alrededor. Y en los últimos años, en estos tiempos de estrecheces y dificultades, el número de estas personas no cesa de crecer. Unas cuan-
La investidura de la alcaldesa se convirtió en una gran fiesta ciudadana larguísima y agotadora
tas investiduras lo atestiguaron ayer por toda España. Muchos directores de campaña electoral de formaciones políticas con muchos lustros a sus espaldas ni se lo imaginaban hace muy poco tiempo. Y en los últimos compases un par de espontáneos desplegaron una gran bandera palestina sobre la fachada del Ayuntamiento.
Pero si bien la gente que ayer llenó la plaza Sant Jaume constituye todo un síntoma de estos tiempos atestados de turbulencias, también es cierto que no era un reflejo completo de la sociedad catalana. Al menos así lo atestiguó el reparto de abucheos, aplausos y muestras de indiferencia populares durante los discursos de los diferentes políticos. Muchísimas otras personas decidieron no venir.