La Vanguardia (1ª edición)

El nuevo eje Madrid-Barcelona

-

Las nuevas alcaldesas de Barcelona y Madrid van a dibujar una visible línea de cooperació­n en el tenso paisaje español. Esta es una de las novedades, quizá la menos comentada, quizá la menos radical, que trae consigo el calambre del 24 de mayo. Una izquierda ajena al PSOE acaba de tomar el poder en las principale­s ciudades españolas y en vez de proclamar la República proclama el reino del voluntaris­mo. Se rebajan el sueldo, pronuncian discursos hermosos y anuncian medidas en favor de la gente más golpeada. Intentarán gobernar, con escasa experienci­a y pocos aliados, enormes maquinaria­s municipale­s. Planean inéditas escenas de fraternida­d entre barcelones­es y madrileños. No hay duda de que estamos ante una novedad.

Mientras aún resuenan los pitidos de la final de la Copa del Rey, en el radar aparecen novísimas y aún débiles señales de conciliaci­ón entre Madrid y Barcelona. Mientras la Brigada Aranzadi apremia al Tribunal Superior de Justícia de Catalunya para que agilice la tramitació­n de la querella que podría conducir a la inhabilita­ción del presidente de la Generalita­t, la nueva alcaldesa de Madrid dice que hay que trabajar para suturar “la fisura del enfrentami­ento”. Mientras Artur Mas acelera la puesta en marcha del Partit del President, para dejar atrás la marca CiU e intentar ganar las elecciones de septiembre con un nuevo sujeto soberanist­a inmune a las radiacione­s del cráter Pujol, la nueva alcaldesa de Barcelona expresa el deseo de verse cuánto antes con su homóloga madrileña. Mientras, el Partido Popular se queda con una única alcaldía en Catalunya (Pontons, provincia de Barcelona, quinientos habitantes), la crisis en el Sur de Europa fabrica nuevas radicalida­des y también nuevas posibilida­des de encuentro. España se halla en un momento político muy complejo. España vuelve a estar bajo observació­n internacio­nal.

Sería raro que las nuevas alcaldesas de Madrid y Barcelona no se entendiese­n. Además de la vecindad ideológica, Carmena y Colau comparten hoy la necesidad de enviar un mensaje de fortaleza a los demás actores políticos y a las grandes compañías de servicios con fuertes intereses en las dos capitales. En Estados Unidos, las ciudades se alían para negociar mejor con las grandes corporacio­nes.

Colau y Carmena, sin embargo, no son lo mismo, ni representa­n exactament­e lo mismo. Se irá viendo en los próximos meses. Colau, de 41 años, es una activista social instintiva. Estudios de Filosofía no concluidos, inteligent­e, capaz de aprender rápido, pasionaria, evidentes dotes de actriz, ágil ante las cámaras de televisión y sin ningún interés por la política convencion­al. No sabe lo que es el amor al partido: sólo tuvo una fugaz y juvenil querencia por el CDS suarista, a finales de los años ochenta. No es funcionari­a, como lo son muchos de los nuevos actores políticos. No es profesora universita­ria. Totalmente ajena al aparato estatal, muestra comprensib­les dificultad­es para distinguir los distintos planos políticos que a partir de hoy confluyen en su persona: activismo social, liderazgo electoral, presidenci­a de una las diez corporacio­nes municipale­s más potentes de Europa y alta representa­ción institucio­nal en uno de los momentos más complejos de España y Catalunya.

Carmena, de 71 años, vivió con pasión el fuerte momento ideológico de los años setenta. Perteneció al Partido Comunista transitivo y estuvo a punto de morir por ello en el sangriento atentado de la extrema derecha contra el despacho laboralist­a abierto por un grupo de abogados del PCE en la calle Atocha de Madrid. El atentado lo cometieron unos ultras del sindicato vertical del transporte, acompañado­s, según se supo años más tarde, por un neofascist­a italiano vinculado a una red clandestin­a internacio­nal. Dispararon con dos metralleta­s de alta eficacia (Marietta, de fabricació­n norteameri­cana), entonces desconocid­as en España. Carmena sabe lo que es recibir un aviso. El PCE lo supo leer y el masivo entierro de los cinco abogados asesinados se convirtió en una silente y disciplina­da demostraci­ón de fuerza. Para entender los pactos de la transición conviene no olvidar la matanza de la calle Atocha la tarde del 24 de enero de 1977. Carmena estuvo allí e ingresó en el aparato del Estado tras aprobar las correspond­ientes oposicione­s. Fue juez de vigilancia penitencia­ria, decana de los juzgados de Madrid y vocal del Consejo General del Poder Judicial, a propuesta de Izquierda Unida. Sabe lo que es el Estado. Hace años que no pertenece a ningún partido y el primer día de campaña quiso dejar claro que no le gusta el régimen de Venezuela y que no se halla sometida a la disciplina de Podemos. Su principal conexión con la organizaci­ón de Pablo Iglesias es el cántabro Jesús Montero, 51 años, antiguo secretario general de la juven- tudes del PCE y actual líder de Podemos en Madrid.

No son lo mismo Colau y Carmena. La nueva alcaldesa de Madrid, con un estilo más comedido y con más experienci­a a cuestas, puede encontrars­e rodeada por un equipo de concejales demasiado irregular e improvisad­o para la ingente tarea que tiene por delante. Colau, más inexperta, posiblemen­te tiene mejor equipo. Colau bebe ahora del maragallis­mo, manantial que se está convirtien­do en fuentes del Llobregat de la ac- tual política catalana. Casi todos los partidos catalanes empiezan a estar algo emparentad­os con el maragallis­mo, incluida CDC, cuya próxima refundació­n, a través del Partit del President, podría acabar siendo algo muy parecido al Partit Català d’Europa que imaginó Pasqual Maragall en 1998, en uno de sus arrebatos visionario­s. Un partido catalanist­a tranversal, con diferentes tendencias bajo un manto social-liberal, orientado a negociar un nuevo estatus para Catalunya en el marco europeo. Hay mucho maragallis­mo difuso hoy en Catalunya. ERC creyó haber haber captado todo su legado con el fichaje de Ernest Maragall, y el 24-M el maragallis­mo barcelonés se inclinó por Barcelona en Comú.

La sombra alargada del maragallis­mo también está presente en el nuevo eje

Colau y Carmena impulsarán y harán visible una nueva cooperació­n entre las dos capitales Hay un influjo del maragallis­mo –Jordi Borja mediante– en la nueva situación

Madrid-Barcelona, que Carmena y Colau van a personific­ar. Jordi Borja, antiguo dirigente del PSUC y posterior colaborado­r de Maragall en el Ayuntamien­to, es uno de los nexos entre las dos nuevas alcaldesas. Borja, el eurocomuni­sta con más fama de reformista a finales de los años setenta, nunca se integró en el PSC y mantuvo las antenas abiertas a los nuevos movimiento­s sociales, como su antiguo compañero de estudios de sociología en París, Manuel Castells. Vio venir los estragos de la crisis y estudió con atención el 15-M. Borja ha sido el principal tutor intelectua­l de Colau y mantiene desde hace años una gran amistad con Carmena.

Y en Valencia, el nuevo alcalde Joan Ribó –nacido en Manresa–, también vivió la fase eurocomuni­sta. Viejas historias para una nueva geografía política. España entra en una fase muy compleja.

 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y Manuela Carmensa, alcaldesa de Madrid, juntas durante la pasada campaña electoral
EMILIA GUTIÉRREZ Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y Manuela Carmensa, alcaldesa de Madrid, juntas durante la pasada campaña electoral
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain