Salomón en Ciudadanos
El término salomónico es el epónimo de una forma de decidir, de adoptar resoluciones tajantes que tratan de contemplar todos los intereses en presencia y considerarlos en la resolución que se adopta. El rey de los judíos, Salomón, en la disputa de dos supuestas madres por un mismo hijo trató de descubrir cuál de ellas era la auténtica y ordenó partir en mitades a la criatura de modo tal que la verdadera progenitora renunció a su reclamación antes que ver muerto a su vástago. Salomón, sabiamente, se lo entregó a ella y rechazó la petición de la impostora. Muchos políticos han seguido al bíblico Salomón, como Benjamin Franklin, que acuñó la acertada expresión de que “la peor decisión es la indecisión”. De todo ello ha debido de aprender Albert Rivera, que esta semana ha consumado una brillante política salomónica de pactos.
Ciudadanos ha tomado la estratégica decisión de comportarse como un partido versátil en el panorama español, eludir los etiquetados ideológicos o tácticos cerrados, y repartir sus capacidades en influencias varias. Así ha dado la investidura de la Junta de Andalucía a Susana Díaz y prácticamente ha cerrado un pacto con el PP para entregar el gobierno de la Comunidad de Madrid a Cristina Cifuentes. En ambos casos, el partido de Rivera ha impuesto unas condiciones interesantes que van desde aspectos que conciernen a la fiscalidad hasta la regeneración democrática, induciendo, incluso y por vía indirecta –una proposición de ley de la Asamblea de Madrid– para exigir que todas las formaciones políticas celebren primarias para elegir a sus candidatos a cargos públicos y orgánicos.
El partido de cuño catalán ha adoptado estas decisiones en un contexto complicado porque en Andalucía ha vuelto a estallar el caso Edu con muchas detenciones por desvío de los fondos de formación para parados y porque en Madrid la trama Púnica sigue causando estragos en el PP, siendo los últimos la dimisión precipitada como consejera de la prometedora Lucía Figar y del también futurible –ya no– Salvador Victoria. Los de Rivera han hecho un acto de fe, pero han aprovechado el rebrote de estos episodios de corrupción para apretar las tuercas al PSOE y al PP que han firmado dócilmente sus propuestas.
Esta doble decisión de C’s se producía la misma semana en la que una encuesta de Metroscopia en el diario El País daba cuenta de un descenso del partido de Rivera de seis puntos respecto del voto cosechado el 24 de mayo pasado. Unos comicios en los que Ciudadanos estuvo por debajo de las expectativas generadas, pero que con esta doble operación en Sevilla y en Madrid ha optimizado sus recursos parlamentarios poniéndolos en valor y arrumbando en los parlamentos andaluz y madrileño a Podemos que atravesó por algunas dificultades en lugares como Valencia, epítome del desastre de los populares, pero también reflejo de una izquierda demasiado reactiva cuya argamasa parece que consiste, antes que en programas de largo alcance, en echar al PP del poder institucional.
Es muy posible que Ciudadanos permita también los gobiernos populares en La Rioja y Castilla y León, pero no es nada seguro que lo haga también en Murcia en donde el partido naranja podría volver a demostrar su capacidad de contorsión táctica y apoyar una opción alternativa de izquierda que se encargaría de moderar. De tal manera que, a diestra y siniestra, la política salomónica de Ciudadanos se corresponde con la de otras formaciones en países europeos con sistemas multipartidarios capaces de facilitar la gobernabilidad a un lado y a otro del espectro político en función de las circunstancias. Lo cual, por cierto, conviene al nuevo sistema de partidos surgido de las urnas el 24 de mayo y abre expectativas para una nueva política tras las generales de noviembre en las que seguramente el PP obtendrá una insuficiente victoria.
Superado el reto que tenía ante sí el partido de Rivera, le queda una asignatura pendiente: el 27-S catalán. Ciutadans podría ser la segunda o tercera fuerza política en Catalunya y si logra un reagrupamiento de las energías electorales que se posicionan contra el proceso soberanista –veremos hoy qué ocurre en UDC– su papel en el mapa de poder español adquiriría redoblada importancia y le prestaría un prolegómeno de éxito ante las próximas elecciones generales. De Ciutadans se espera, sin embargo, algo más que oponerse al secesionismo. Se espera que aporte la dosis de política, de alternativa, de salidas que los partidos tradicionales no han sido capaces de ofrecer a un sector de catalanes que militan coyunturalmente en el independentismo porque no tienen otro banderín de enganche y detestan el statu quo. Un reto apasionante.
De Ciutadans se espera algo más que oponerse al secesionismo; se esperan alternativas