La derrota de un sueño
FJACQUES PARIZEAU (1930-2015) Primer ministro independentista quebequés ue un personaje controvertido, apasionado de su tierra, seguro de sí mismo y un gran defensor del bien común”, resume su biógrafo Pierre Duchesne. Jacques Parizeau, nacido el 9 de agosto de 1930, y hijo de una familia acomodada –su padre, Gerard Parizeau, poseía una de las mayores fortunas de todo Quebec– estuvo a sólo medio punto de partir Canadá por la mitad. En 1995 se quedó a las puertas de un sueño por el que había luchado toda su vida, un Quebec libre e independiente.
Era la segunda y última vez que Quebec celebraba un referéndum de secesión. El primer intento, en 1980, llevado a cabo por el fundador del Partido Quebequés, René Lévesque, sólo se consiguió hacer con el 40% de los votos favorables. Aun después de esa dura caída, la pérdida de las elecciones en 1985 y con la muerte del carismático Lévesque en 1987, Parizeau consiguió revivir el partido, seguramente uno de los mayores logros de su carrera política.
Graduado en la École des Hautes Études Commerciales de Montreal, Parizeau flirteó de joven con las teorías de Karl Marx, hasta el punto de simpatizar con el Partido Comunista local. Tenía un acento británico perfecto, cultivado en sus años de doctorado en la London Business School, y que junto a su traje de banquero londinense le daba un aire de gentleman victoriano. Quizá por eso sorprendió que la noche de la derrota en el referéndum, el primer ministro perdiera los papeles.
“Hemos sido derrotados, es verdad, pero por culpa del dinero y del voto étnico”, espetaba furioso ante un auditorio frustrado que coreaba y animaba al líder hundido. El discurso, de sesgo racista, referido a los griegos, italianos y judíos que habían hecho campaña en contra de la independencia quebequés, acabó con su imagen y con su carrera política. Y nunca rectificó por ello.
Fue el impulsor de la revolución tranquila, enfocada a mo- dernizar la economía del país y promover la identidad quebequés. Denis Coderre, alcalde de Montreal, sintetizó el papel de Parizeau como “padre del Quebec moderno”, cuya contribución en economía fue “extraordinaria”. En sus años como ministro de Finanzas invirtió masivamente en el sistema educativo público, aumentó el control local en la economía provincial y nacionalizó la producción y distribución de la electricidad.
Su vida personal se resumió en dos nombres, Alice Poznanska y Lissette Lapointe. Con Poznanska, poeta polaca de pelo ondulado y ceño fruncido, fallecida en 1990, tuvo dos hijos, Isabelle y Bernard. Con Lapointe se casó dos años después, en 1992, y fue, de alguna manera, quien tomó la llama de su carrera política, obteniendo una silla en la Asamblea Nacional Quebequesa del 2007 hasta el 2012.
El periodista de Le Devoir Gérard Filion resumió su método político como “un modo de afirmar las cosas con tal convicción que la gente terminaba por creérselo”, y quizá, si hubiera vencido esa noche de 1995, su leyenda todavía hubiera sido más grande. Y hoy, acabados sus días, se queda como el hombre que un día, casi, y sólo casi, partió Canadá por la mitad.
En 1995 convocó un segundo referéndum de independencia y se quedó a las puertas de ganarlo