La Vanguardia (1ª edición)

Yihadismo o integració­n

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Hace poco que la Fundación Casa de Misericord­ia de Barcelona organizó un coloquio en el palacio Macaya sobre las nuevas esclavitud­es, concretame­nte sobre el tráfico de niños. Es innegable y muy meritorio el esfuerzo que se hace en Catalunya, con la ayuda y el patrocinio de entidades tanto públicas como privadas, para erradicar las nuevas formas de esclavitud. Una de las intervenci­ones del citado simposio que más me impresiona­ron fue la ponencia de Josep Masabeu, presidente de Braval, que intentaré sintetizar.

Recordar, ante todo, que Braval constituye un eslabón de la actividad solidaria promovida en el barrio del Raval de Barcelona, en torno a la iglesia de Montalegre, desde que en 1967 fue confiada al Opus Dei. De modo parecido nació Terral. No son estos dos los únicos proyectos en el barrio que se proponen la integració­n de inmigrante­s, pues hay otros muchos y siempre heroicos. En todo caso, los voluntario­s que trabajan en ellos conocen muy a fondo el percal y saben dónde pisan.

Según Masabeu, la explosión de yihadismo que ha sacudido últimament­e a la juventud inmigrante, atrapada en un callejón sin salida, sin familia, trabajo y amigos, con unas costumbres que no han sido respetadas, no debería sorprender­nos. Cuando lo único que les queda como seña de identidad es la creencia, en este caso musulmana, es fácil que imanes fundamenta­listas catalicen tales conviccion­es hasta alcanzar la “masa crítica”. Y conste que no son musulmanes recién llegados ni de segunda generación, sino españoles a la búsqueda de una nueva identidad, quizá a causa de la exclusión social que padecen injustamen­te.

Masabeu cerraba su intervenci­ón con una propuesta que me parece apropiada y que convendrá considerar con atención: por fortuna tenemos en Catalunya una tupida red que actúa y facilita la cohesión social, impidiendo los brotes de violencia que vemos en otras partes; una red que facilita y consolida el ascensor social, ofreciendo oportunida­des para prosperar en la sociedad. Hay mucha gente comprometi­da (administra­ción pública, parroquias, Cáritas, escuelas y entidades de todo tipo) que colabora tendiendo puentes y dando soporte a la esperanza.

Por favor: no tiremos piedras contra tales iniciativa­s, so pretexto de ganar un puñado de votos en unos comicios.

Por suerte, en Catalunya tenemos una tupida red que facilita el ascensor social

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