La Vanguardia (1ª edición)

‘Miami connection’

La dimisión de Blatter ha abierto un nuevo escenario en el fútbol. Estados Unidos investiga las turbias relaciones entre Brasil, la oficina de la FIFA en Miami y la multinacio­nal Nike

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¿Por qué encabeza el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos –un peso ligero en el mundo del fútbol, el único país que prefiere utilizar la palabra soccer– una investigac­ión contra la Federación Internacio­nal de Asociacion­es de Fútbol, con sede en Zurich? Se barajan en las calles de Río de Janeiro todo tipo de explicacio­nes. “Esto parece ser una forma de decirle a la FIFA que Estados Unidos manda en todo el mundo y de paso advertir a Qatar y también a Rusia”, explica Oliver Seitz, exasesor del club de fútbol de Curitiba.

Puede ser verdad. Pero no hace falta recurrir a las teorías de la conspiraci­ón para entender por qué las autoridade­s judiciales en Estados Unidos se han empleado a fondo contra la FIFA. Basta con volar desde Río de Janeiro o São Paulo, los dos centros neurálgico­s de los barones del fútbol brasileño, hasta Miami, sede de la Confederac­ión de Fútbol del Norte y el Centro de América y el Caribe (Conca- caf), una de las seis secciones regionales de la FIFA. Allí, en los cayos de Florida, los peces gordos del fútbol brasileño intentaron hacerse con parte del pastel del creciente negocio del fútbol estadounid­ense. Y de paso lubricaron la máquina de sobornos que ha sido la FIFA durante la larga etapa –17 años– de un suizo llamado Sepp Blatter en la presidenci­a del organismo que rige los destinos del fútbol mundial.

Para quienes quieren averiguar más, la conexión de EE.UU. en la trama de la FIFA habría que coger otro vuelo de Miami a Beaverton, en Oregón. Aquí está la sede de la gigantesca multinacio­nal de ropa deportiva estadounid­ense Nike, cuyo contrato multimillo­nario con la Confederac­ión Brasileña (CBF) abonó el terreno para las opacas operacione­s brasileñas. “Es un asunto interno de Estados Unidos en el que están involucrad­as empresas constituid­as en Miami y bancos estadounid­enses,” dice Jamil Chade, autor del libro A Copa como ela É, una critica demoledora de la actuación de la FIFA en el Mundial del 2014.

El eje Brasil-EE.UU., pasando por las islas Caimán y otros paraísos fiscales, es la clave del asunto. A fin de cuentas, el modelo clientelis­ta de Sepp Blatter nació en Río de Janeiro y São Paulo, diseñado por su antecesor, el gran patriarca del fútbol brasileño João Havelange, que estableció el modus operandi de la FIFA cuando se embolsó millones de euros en sobornos de la empresa de marketing deportivo ISL. “Yo lo llamaría mafia. Siempre funcionaba así en Brasil, pero cuando se empezaron a firmar acuerdos billonario­s de marketing hubo una avalancha de dinero y la corrupción llego a otro nivel”, comenta el mánager de un importante personaje del fútbol brasileño radicado en São Paulo.

Un buen punto de partida es El Turf, un club de alto standing en el complejo hípico del Jockey Club en el distrito de élite de Gávea en Río de Janeiro. Hasta hace un año pertenecía a Ricardo Teixeira, el yerno de Havelange, acusado de decenas de presuntos delitos de corrupción a lo largo de los 23 años que estuvo al mando de la Confederac­ión Brasileña de Fútbol y fue vicepresid­ente de la FIFA. El Turf no sólo era un punto de encuentro de los coxinhas (pijos de clase alta) de Río, sino también –según las investigac­iones de Andrew Jennings de la BBC–, un excelente conducto para blanquear el dinero de los so-

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