Tsipras condiciona el acuerdo a una quita de la deuda
Atenas se resiste a ceder. La presión de la zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue sin hacer mella en el Gobierno griego, que ayer reiteró que sólo está dispuesto a llegar a un acuerdo con medidas dolorosas si, como contrapartida, obtiene una reestructuración de su deuda. Es el mensaje con el que el primer ministro, Alexis Tsipras, envió a sus negociadores a Bruselas, unas conversaciones que finalmente transcurrieron sin él, a nivel de ministros. El riesgo de un impago griego que desemboque en una bancarrota se tiene cada vez más presente. En dos semanas, Grecia debe pagar 1.600 millones de euros al FMI, una cantidad que el Gobierno dice no tener y que la eurozona podría prestarle, pero sólo si llegan a un acuerdo sobre las condiciones de la entrega de los últimos tramos del rescate. Las posiciones siguen sin embargo muy alejadas y van más allá de las décimas de superávit de más o de menos que Atenas debería tratar de mantener en el futuro. Tsipras quiere “una solución sostenible”, una quita de su deuda o medidas de reestructuración para hacer más llevadero su pago, algo de lo que los gobiernos europeos sólo están dispuestos a hablar después de que Atenas adopte medidas concretas que demuestren su voluntad de reforma. Aunque hace dos semanas el FMI y la eurozona se pusieron de acuerdo sobre el ultimátum lanzado a Grecia, la tensión entre los acreedores continúa. Según el Frankfurter Allgemeine, el FMI se ha negado a aceptar el último trueque planteado por la Comisión Europea para facilitar el acuerdo, aplazando los recortes en las pensiones a cambio de una reducción en el gasto militar por un importe equivalente. dencia del Banco Central Europeo con la salida del portugués Vítor Constâncio. Guindos dijo hace un año estar “convencido” de que “en el próximo cambio que haya, cuando toque, habrá un español”, dando por seguro que España conquistará ese sillón en el BCE, “aunque en estos temas nunca te firman un papel”, añadió.
La experiencia más reciente invita a ser prudente. También en el 2012 se consideró hecho antes de tiempo el mantenimiento de un puesto en el consejo ejecutivo del BCE. Fuentes al corriente de aquellas negociaciones consideran “un mito” que la situación económica influyera en la salida de España. Aunque esa teoría “funcione en algunos cenáculos”, Portugal e Italia no estaban en mejor situación cuando poco antes se hicieron con la vicepresidencia y la presidencia del emisor central, recuerdan.
El puesto se lo llevó un país minúsculo, Luxemburgo, no sin sufrir: la Eurocámara frenó el nombramiento de Yves Mersch porque quería una mujer (España no jugó esa baza y presentó a Antonio Sainz de Vicuña, exjefe del servicio jurídico del BCE). España tiene “el músculo y el cerebro” necesarios para influir más en la Unión, sostienen estas fuentes. Si España quiere de verdad regresar al BCE en el 2018, los partidos políticos deberían empezar a pensar en una estrategia y buscar buenos candidatos, al margen de sus filiaciones políticas.