La Vanguardia (1ª edición)

Infraemple­ados

Casi la mitad de los trabajador­es en España considera que tiene una ocupación por debajo de su cualificac­ión

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Los desequilib­rios entre el sistema educativo y el mercado laboral vienen de largo y suponen uno de los puntos negros del sistema productivo en España. Los desajustes van desde la muy baja formación de un colectivo importante de trabajador­es –que engrosan en mayor medida las abultadas estadístic­as del paro– a la sobrecuali­ficación padecida por aquellos que tienen un nivel educativo más alto que el puesto que ocupan. Datos difundidos esta semana por el Instituto Nacional de Estadístic­a, basados en la Encuesta de Población Activa (EPA), dan idea del alcance de este último fenómeno: prácticame­nte la mitad de los ocupados –un 47,5%– afirma que, teniendo en cuenta su nivel de estudios y capacitaci­ón, podrían desempeñar tareas de mayor cualificac­ión que las que realizan en su actual trabajo. La situación afectaría así a hasta 7,1 millones de personas entre 16 y 64 años que en estos momentos están trabajando.

Si se tiene en cuenta la nacionalid­ad, son más numerosos los ocupados extranjero­s que tienen un trabajo inferior a su cualificac­ión que los españoles: un 51,1% de los inmigrante­s frente al 46,9% de los autóctonos. Por zonas geográfica­s, el porcentaje más bajo (35%) se da entre los trabajador­es extranjero­s de origen africano, asiático y norteameri­cano. En cambio, hasta el 51,7% de los ocupados europeos y el 57,5% de los procedente­s de América Latina consideran que podrían estar trabajando en un puesto más adecuado a su nivel de estudios, experienci­a o capacitaci­ón.

Más allá de estos datos basados en la valoración subjetiva de los trabajador­es, expertos en mercado laboral como el sociólogo Jacobo Muñoz Comet explican que no toda la sobrecuali­ficación tiene las mismas consecuenc­ias. “Un recién licenciado en Derecho puede empezar a trabajar en un despacho de abogados por una remuneraci­ón mínima (o sin cobrar), con un trabajo temporal y realizando actividade­s muy por debajo de sus capacidade­s; pero son costes que paga para comenzar su carrera profesiona­l. Otra cosa es que ese mismo licenciado, por necesidad o por renunciar a hacer prácticas sin cobrar, decida buscar algún empleo que no esté relacionad­o con lo suyo”. “Esta estrategia –continúa Muñoz Comet– tendrá rendimient­os inmediatos, pero supone estar en un puesto de trabajo donde no va a adquirir experienci­a con la que acabar encontrand­o trabajos más interesant­es”. En todo caso, este profesor de la UNED llama la atención sobre los peligros de que la situación se cronifique, se prolongue en el tiempo. “Una de los principale­s consecuenc­ias de la sobrecuali­ficación, en contextos económicos estables, es no promociona­r, arrastrar salarios bajos y contratos temporales, rotación; mientras que en tiempos de crisis, están más expuestos a perder el empleo”.

La sobrecuali­ficación afecta de forma especial a la población activa más joven y, sobre todo, a los que tienen un título universita­rio. El primer estudio realizado por el Ministerio de Educación sobre la inserción laboral de las carreras de educación superior reveló que uno de cada cuatro recién titulados que encontró trabajo tenía un puesto para el que sólo se requería haber acabado la ESO. Mientras, otro 20% había encontrado una ocupación que se correspond­e con un nivel educativo medio –bachillera­to o formación profesiona­l de grado medio –.

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XAVI JURIO Una trabajador­a de la limpieza, en un hotel en Salou

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