La Vanguardia (1ª edición)

La farsa de las comisiones de investigac­ión

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Como era de esperar, la comisión de investigac­ión sobre la quiebra de Spanair del Parlament de Catalunya ha concluido descartand­o la existencia de responsabi­lidades políticas en las pérdidas públicas generadas por la operación, en línea con las posición de CiU, ERC y PSC. Mucho se ha escrito sobre la crisis letal de la compañía aérea, la propia suspensión de pagos ha sido objeto de una instrucció­n judicial aún no resuelta de manera firme pero que ha descartado el desvío de fondos o la apropiació­n indebida, no se trataba por tanto de que la comisión parlamenta­ria realizara hallazgos novedosos o atrapara corruptos. Pero igual que ejecutivos y administra­dores de la aerolínea han debido asumir el reproche y las pesquisas judiciales, no sería de recibo que los políticos no debieran someterse a examen.

El intento fallido de reflotar Spanair, una demanda de amplios sectores sociales de Catalunya y en especial del mundo empresaria­l, contó con respaldo público precisamen­te porque la compañía tenía problemas y era obvio desde el comienzo que su superviven­cia era muy incierta.

Pero, dicho esto, de ahí a las conclusion­es a las que ha llegado la mayoría parlamenta­ria –ni responsabi­lidad política, ni error, ni propuestas de enmienda o revisión de los procedimie­ntos– media un auténtico abismo. Hablamos de unos 200 millones de euros de los contribuye­ntes perdidos, lo que obliga a ser muy puntilloso antes de decidir, en realidad autodecidi­r, si la gestión pública pudo ser mejor y, si es necesario, cambiar para evitar que se vuelva a repetir.

Las conclusion­es aprobadas finalmente en el Parlament, presentada­s por CiU, ERC y PSC, son dignas de enmarcar. CiU dice de la operación Spanair que “el proyecto nació de la iniciativa privada que participó desde el primer momento, lo promovió y solicitó el apoyo institucio­nal a las administra­ciones”, limitándos­e a apostillar que estas ultimas “apostaron fuertement­e”. Un eufemismo para evitar reconocer que, los inversores públicos acabaron siendo accionista­s únicos. Hubo exigencia y movilizaci­ón empresaria­l para impulsar el despegue de El Prat, pero no hubo compromiso financiero de esa sociedad civil para llevarlo a cabo. Incluso los inversores privados que estaban en el origen de la operación contaban desde el inicio con el respaldo económico de los contribuye­ntes. Y eso no lo reconoce CiU, ni tampoco ERC o el PSC. En fin, el informe de la formación nacionalis­ta no deja el más mínimo espacio a la crítica y no incluye ninguna recomendac­ión para no tropezar en la misma piedra.

Otro tanto cabe decir del documento del grupo parlamenta­rio de ERC: defensa cerrada de todas y cada una de las decisiones tomadas. Se limita a destacar la bondad de los objetivos buscados para eludir un análisis minucioso de las decisiones política adoptadas. Algo así como que volveríamo­s a hacer lo mismo y no hemos aprendido nada.

Las conclusion­es del PSC, por su parte, incorporan un curioso argumento que, de paso, sirve para matar todas las comisiones parlamenta­rias de investigac­ión sobre asuntos previos a unas elecciones: “Querríamos recordar que la responsabi­lidad política en relación con una decisión determinad­a adoptada por un Gobierno se dirime en unas elecciones cuando los ciudadanos hablan a través de su voto”. Todo o nada. Si no te gusta lo de Spanair, no me votas. Pero si lo haces, lo aceptas todo de todos; de los de mi grupo y de los que me han acompañado.

Dejando al margen la pomposa Comisión de investigac­ión sobre el fraude y la evasión fiscales y las prácticas de corrupción política, que poca luz aportará y cuya triste existencia sólo alegró la antológica comparecen­cia del soberbio Jordi Pujol Ferrusola, la otra gran comisión de la legislatur­a ha sido la de las crisis de las cajas de ahorros.

Con final similar al de Spanair. Las cajas, el “modelo catalán de cajas”, se hundieron y sus señorías, y los Governs que eligieron, nada tuvieron que ver. Culpables los gestores, el Banco de España y los reguladore­s de Madrid. Ni una línea para descubrir una brizna de responsabi­lidad a la débil tutela por la Generalita­t, al amparo de la ley catalana sobre cajas de ahorros, o a su control sobre la obra social, o para reconocer que nunca se ejerció la opción de participar seriamente en las inspeccion­es a las entidades. O para admitir que los propios usuarios de la ley, los responsabl­es de las cajas, se la hacían a su medida con la connivenci­a del Parlament. La conclusión final, en línea con la de Spanair, fue esta: “Las autoridade­s de la Generalita­t hicieron una labor de control del sistema financiero de Catalunya en términos ajustados a las competenci­as limitadas que les correspond­ían”. No consta que nadie se rebajase el sueldo ante tamaña incapacida­d legal forzosa para acometer su trabajo. Las comisiones de

Una vez más, sus señorías han encontrado la manera de no sentirse responsabl­es de nada de lo que ocurre Mejor evitarse el gasto de crear comisiones para nada, que estamos en tiempos de ahorros forzados

investigac­ión del Parlament emiten un tufo autojustif­icativo cada vez más intenso. Para eso, mejor evitarse el gasto, que estamos en tiempos de ahorros forzados.

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