La Vanguardia (1ª edición)

“El impulso sexual y el literario son el mismo”

- XAVI AYÉN Vimbodí

Muy cerca del monasterio de Poblet se encuentra uno de los secretos mejor guardados del mundo de la hostelería y la literatura: el Molí del Salt, un antiguo molino romano restaurado, propiedad del escritor Luis Goytisolo y de su esposa, Elvira

Huelbes. El autor de Antagonía –una de las grandes obras de la narrativa en español del siglo XX– vive ahí, escribe ahí y –excepto los dos días por semana en que se va a Madrid, donde trabaja en la RAE– se confunde con los clientes de estos apartament­os turísticos, ya sea en el desayuno o, por las tardes, haciendo trabajos de jardinería o sumergiénd­ose en el estanque de los peces japoneses para arreglar los nenúfares. Con su ágil aspecto de Quijote, tras encerrar a un pastor alemán que han adoptado y “estamos reeducando”, y recién cumplidos sus inverosími­les 80 años, recibe a este diario para hablar de su úl

timo libro, el breve ensayo El sueño

de san Luis, donde analiza algunos aspectos de su vida y de su obra. Muestra las pequeñas cascadas naturales del río, su “mesa del pensamient­o” en una glorieta de piedra en medio de la hierba... Al final de cada una de sus frases, abre un poco sus intensos ojos azules, como indicando el punto final.

¿Cómo se llaman estos peces? Son koi, lo curioso es que tienen cara, ojos y nariz, fíjense. En Japón son sagrados. Aquella de allí es la Emperatriz, este es el Poeta; la Geisha y el Samurai de momento no aparecen. No sabría decirles si son macho o hembra porque el sexo de los peces es como el de los ángeles. Les encantan las naranjas.

Este libro parece un psicoanáli­sis, nos cuenta hasta sus sueños. Sí. El libro empezó a partir del impacto que me produjo la relectura de mi primera novela, Las afueras, de 1958, que Jorge Herralde quería reeditar. Yo siempre había tenido la idea de que la muerte de mi madre no me había afectado, porque no la había ni conocido, ella murió en 1938, el día en que yo cumplía tres años, por la onda expansiva de la llamada bomba del Coliseum. Mis hermanos sí tenían varias fotos con ella, yo ninguna. En sueños, se me ha aparecido dos o tres veces, con traje de época. Pues me di cuenta de que en esa primera novela mía, el protagonis­ta del capítulo IV se llama Julio –como mi madre, Julia– y que muere en un bombardeo, como la esposa del protagonis­ta del capítulo VI. A partir de ahí, releí toda mi obra de cabo a rabo y encontré muchas más cosas: en mi segunda novela, Las mismas palabras, de 1963, la novia del protagonis­ta se llama Julia y ha muerto en circunstan­cias no especifica­das. Y el protagonis­ta de Antagonía, la obra que publiqué en cuatro partes entre 1973 y 1981, tiene una foto de infancia junto a su madre, que murió poco después. Ya en el 2006, la madre del protagonis­ta de Oído atento a los pájaros muere en un bombardeo. Me he dado cuenta de todo eso ahora. He visto, de golpe, que mis temas tienen su raíz en mi subconscie­nte.

¿No se psicoanali­zó usted jamás? Estaba muy de moda en los sesenta... Pues no. Al salir de la cárcel de Carabanche­l, donde estuve cuatro meses encerrado en 1963, me sentía muy contento, pero al cabo de unos meses me encontré mal, devolvía... creí que sufría un cólico hepático, porque en aquella época aún bebía bastante. El médico me observó en los rayos X y me dijo: “Tiene usted los pulmones como un colador”. ¡Me había contagiado de tuberculos­is en la cárcel! Allí te vacunaban en cadena contra el tifus, con todos en fila: pasaban un algodón por la aguja y pinchaban al siguiente. Entonces, el médico me vio bajo de ánimos y me recetó un medicament­o, la niamida. Yo estaba escribiend­o mi segunda novela, y sudaba tanto que se me borraba lo que iba escribiend­o por el sudor. Eso me deprimió mucho más. Me iba encontrand­o de mal en peor, y mi hermano José Agustín me recomendó el psiquiatra al que iban él y Josep Maria Castellet...

Ramon Vidal Teixidor, que tenía su consulta en el mismo decía que era muy difícil vender cuatro partes de una misma novela, titulando Antagonía 1, Antagonía

2... y le puse cuatro títulos distintos. En eso se equivocó, las entregas vienen del siglo XIX y tienen su público.

Establece un vínculo entre sexualidad y creación literaria. El impulso es muy similar, es una necesidad, una cierta avidez. Ambos impulsos brotan de lo más profundo del individuo, y luchan contra todo lo que obstaculiz­a su realizació­n, son imperiosos y capaces de imponerse a la realidad cuando están en plena ebullición. Es el mismo tipo de impulso, no son sinónimos pero la relación entre sexualidad y creativida­d artística es muy estrecha. Escribo lo que me gusta escribir y con la sexualidad pasa lo mismo: te gusta lo que te gusta. ¿Por qué ese determinad­o tipo de persona o determinad­as prácticas? ¿Por qué ese estilo en las frases?

Habla de hijos que creen ser hijos de alguien que en realidad no es su padre. El clima de libertad sexual en la Barcelona de los años sesenta, con el Stork Club, Bocaccio y Cadaqués como referentes, supuso la ruptura de muchas familias y que más de un hijo tuviese por padre a quien en realidad no lo era. Había un hombre firmemente convencido de ser hijo mío. Le dije: ‘Déjame calcular...’ y no, era imposible por bastantes meses. Sin embargo, Guillermo Cabrera Infante quedó convencido de lo contrario: “¡Pero si es igual que tú!”, decía. Eso aparece luego en Estatua

con palomas, de 1992, donde el joven que me entrevista está persuadido de ser mi hijo. En mi familia ya se comentaba que mi bisabuelo era hijo de mi tatarabuel­a pero no de su marido.

¿Somos hoy más conservado­res? Vino un castigo divino que puso fin a aquella libertad propia de la Roma de las bacanales. Primero fue la droga, que se llevó muchas vidas por delante, hijos de varios amigos; y luego, el sida. Nunca se volvió a la restrictiv­a situación anterior, pero la relación de pareja volvió a ser la norma.

venta, el maduro duda, y al final el viejo no recuerda su nombre. Gracias a la cárcel tuvimos An

tagonía, pues. Todo el mundo salía encantado del cautiverio, como Luis Solana, que después presidió TVE, y me decía: “Oye, esto tenemos que repetirlo cada año”. “En un hotel, mejor”, le dije. En la celda sólo había un jergón y te teñías que sentar en el suelo.

La han comparado con la Re

cherche de Proust...

Será por los tomos...

No le gusta mucho Hemingway, ¿verdad? Su mejor libro es el primero, de 1929, En nuestro tiempo, son cuentos perfectos. Su estilo me parece perfecto para una cosa: para aprender, yo recomendar­ía a los jóvenes que, al principio, intentaran escribir como Hemingway.

¿Y Faulkner? Él sí me es afín. Por la frase larga, esas subordinad­as tan ricas y extensas en las que la gente puede per- derse, creando una realidad autónoma, una atmósfera propia.

¿Ya no se siente comprometi­do políticame­nte? Tampoco fue muy real, porque estuvimos en el PSUC por antifranqu­istas, no éramos marxistas-leninistas, pero es que los comunistas eran los únicos que hacían algo. El nacionalis­mo estuvo en silencio , en la cárcel sólo vi a un nacionalis­ta. Hoy en día, la corrupción es una lacra en lugares como Madrid, Catalunya, Valencia o Mallorca, pero no en el País Vasco, es otro tipo de gente. Marx no tiene ninguna vigencia, porque su mundo ha desapareci­do. Los problemas de hoy son económicos: gente que se forra a lo loco a costa de todos los demás, sin que tengan una idea de que se están llevando a la población mundial por delante. Oficios como el suyo, el de periodista, el de fotógrafo, el de escritor, el de documental­ista, ya se han ido a la porra. Como los arquitecto­s... Han destruido la riqueza.

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XAVI JURIO

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