La Vanguardia (1ª edición)

Los nuevos discursos

- Màrius Carol DIRECTOR

GUSTAVE Le Bon, que fue un psicólogo francés que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, escribió que en las arengas destinadas a persuadir a una colectivid­ad se pueden invocar razones, pero antes hay que hacer vibrar sentimient­os. Le Bon, que con los años se fue especializ­ando en la psicología de masas, despertó el interés de los políticos, aunque hoy son pocos los que lo leen y menos los que lo citan. Pero es evidente que merecería ser repasado. La política necesita más que nunca del sentimient­o tras la crisis que hemos tenido que soportar. Se acabaron los años de las palabras vacías, de los discursos macroeconó­micos y de los dirigentes encerrados en sus torres de marfil. Los ciudadanos exigen que les miren a los ojos, les pongan la mano en el hombro y les digan que van a intentar cambiar las cosas. Refugiarse en el plasma y en la nota de prensa por e-mail para anunciar mejoras en el PIB o en la EPA no sirve para emocionar a nadie, pero sobre todo no tiene ninguna utilidad para ganar las elecciones.

Bastaba abrir el diario de ayer y descubrir como Ada Colau en Barcelona, Manuela Carmena en Madrid, pero también, salvando todas las distancias ideológica­s y geográfica­s, Hillary Clinton en Nueva York utilizaban sus actos públicos para intentar construir discursos cercanos, decir a la gente que hay otra manera de hacer política y mostrar su solidarida­d con los más débiles. Eso lo entienden hoy desde las nuevas formacione­s en España hasta el Partido Demócrata de Estados Unidos.

El liderazgo será emocional o no será. “La prosperida­d no puede ser sólo para los consejeros delegados y los gestores de los fondos de inversión; la democracia no puede ser únicamente para los multimillo­narios y las grandes empresas”. La frase es de Hillary Clinton, pero pueden haberla pronunciad­o Colau o Carmena.

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