Cheques en blanco
Todos querrán pactar conmigo”. Esta frase me la dijo el ya exalcalde de Barcelona Xavier Trias a principio de año. Le había preguntado cómo preveía el panorama político tras las elecciones municipales y cómo se configurarían las mayorías en un Ayuntamiento tan políticamente fragmentado (así lo anunciaban las encuestas y así ha sucedido). Su reflexión era clara. Aunque perdiera algunos concejales, el resto de los grupos quedarían tan mermados que todos tendrían necesidad de pactar para intentar obtener alguna cuota de poder, por pequeña que fuera. De lo contrario, quien no fuera capaz de entrar en el grupo de partidos que apoyaran al gobierno, viviría una dura travesía del desierto por su papel irrelevante.
Este análisis viene a cuento ahora tras la constitución del nuevo Consistorio de Barcelona. Trias no acertó en su pronóstico porque perdió las elecciones, pero sí que atinó en su predicción sobre cómo se realizarían los movimientos políticos posteriores. La vencedora electoral, a pesar de obtener una mayoría muy débil, tiene cola en su puerta para pactar. Con la excepción de los partidos más alejados ideológicamente como Ciutadans y PP, todos han mostrado interés. Hasta CiU se ha ofrecido a la gobernabilidad, a pesar de haber sido la gran derrotada.
Esto explica que la alcaldesa Ada Colau consiguiera el sábado la mayoría absoluta de los votos del Consistorio y recibiera un aval más amplio del que a priori podía esperar para empezar a gobernar. Los diez apoyos externos (ERC, PSC y CUP) que obtuvo su investidura constatan la voluntad de ofrecer a la lista más votada la oportunidad de liderar el gobierno de Barcelona. Pero republicanos, socialistas y CUP (estos sólo dieron uno de sus tres votos)
A Colau le ha salido gratis el apoyo a su investidura, pero ahora los partidos se cobrarán el voto a cada propuesta
entregaron un cheque en blanco a Colau. Votaron a la candidata de Barcelona en Comú a cambio de nada, de momento, para no cerrarse ninguna puerta a las primeras de cambio. Le ha salido gratis a la alcaldesa y, en cierto modo, a los partidos que la han apoyado, porque esos votos a favor comprometen mucho menos que votar en contra. Colau hubiera sido investida igualmente por ser la lista más votada ya que no había una alternativa de gobierno. Este proceder confirma la teoría de Trias de que nadie se ha querido quedar fuera de la foto de entrada.
La nueva alcaldesa tiene ahora tiempo para conocer mejor a sus pretendientes, y estos también dispondrán de algunas semanas para cortejarla. Ni una ni otros tienen prisa, y menos con el horizonte cercano de las elecciones catalanas de septiembre, donde puede pasar de todo. Mientras tanto, para Ada Colau ha llegado la hora de la verdad, y para poder impulsar sus propuestas de gobierno seguirá necesitando apoyos. Esta vez sí que deberá ceder, porque sus socios de investidura pedirán contrapartidas para no aparecer como meros comparsas ante su electorado y para paliar el probable desgaste de participar del gobierno, aunque sea desde fuera. El baile de verdad ha empezado.