La Vanguardia (1ª edición)

El efecto Ferguson

EE.UU. vive una epidemia racial desde los disturbios del pasado verano

- FRANCESC PEIRÓN

Los once días de febrero parecían desmentir los peores augurios.

En el arranque del segundo mes del 2014 no se registró durante esas jornadas, por primera vez desde que se hacen estadístic­as, ni un homicidio o asesinato en las calles de Nueva York.

Bill de Blasio, con esposa e hijos afroameric­anos, ostentaba la vara de mando desde enero. Se alejaba el fantasma de la criminalid­ad del pasado, como muchos conservado­res habían predicho, y no pocos demócratas moderados temían, con la llegada a la alcaldía de un “izquierdis­ta” y otra manera de encarar la seguridad.

Si en febrero las cosas iban bien, el 2014 se cerró todavía mejor. Hubo 323 muertes violentas, el récord a la baja.

Eso es lo que indican los núme- ros. Otra cosas son las sensacione­s que ya se percibían, sobre todo por el descontent­o policial.

Esta primavera, los tiroteos han vuelto a subir por segundo año consecutiv­o, algo que no sucedía desde finales de los noventa. Y hasta de la primera semana de junio se contaron 143 fallecidos por agresiones, por 121 en el mismo periodo del 2014. Esto supone un incremento del 18,2%.

Aquí surge el debate. Durante este trayecto, Estados Unidos se ha convulsion­ado con la irrupción de la confrontac­ión racial, que ha alcanzado uno de sus puntos álgidos esta semana en Charleston. Nueve personas perdieron la vida a tiros el miércoles cuando Dylann Roof, joven supremacis­ta blanco, entró en una histórica iglesia metodista de la ciudad de Carolina del Sur.

“He venido a matar negros”, dijo. En su osadía, pretendía impul- sar una guerra civil por la raza. Ayer se descubrió una web que se ha vinculado a Roof y en la que cuelga un manifiesto que se le atribuye. En este documento, cargado de odio (ver más informació­n en la página siguiente), el pistolero confeso hace referencia a Trayvon Martin, el adolescent­e negro que murió por los tiros del supuesto vigilante vecinal George Zimmerman, absuelto por la justicia. “Zimmerman hizo lo correcto”, proclama. Y critica la atención que los medios le prestaron a Trayvon Martin.

Ese fue el primer mojón de una larga lista: Ferguson, Staten

Se debate si el cerco a la policía causa un aumento del crimen o es una excusa contra las movilizaci­ones

Island, Cleveland o Baltimore. Estos son sólo algunos de los precedente­s que, desde el pasado verano, jalonan el renacimien­to de un movimiento de lucha por los derechos civiles de los afroameric­anos al grito de “las vidas de los negros importan”,

Su impacto influye en la acción de Roof, pero también en cómo la policía afronta su trabajo.

¿Existe el efecto Ferguson? Este término lo acuñó Heather Mac Donald , analista del Manhattan Institute, organizaci­ón de tendencia conservado­ra, como explicació­n a esa “nueva ola de delincuenc­ia”.En una entrevista telefónica, Mac Donald insiste:

“La policía está menos dispuesta a implicarse en las prácticas discrecion­ales. En los últimos diez meses, Estados Unidos se ha crispado por los movimiento­s de protesta en los que se señala a la

policía como la gran amenaza por la muerte de negros”.

Según su visión, el uso generaliza­do de teléfonos con cámaras ha sembrado el temor entre los agentes de que el próximo vídeo les capte “sólo en parte de su interacció­n con los sospechoso­s”. Esta circunstan­cia actúa como elemento disuasorio y un factor en el cambio de tendencia respecto a la caída de los homicidios.

“Está claro que lo que algunos afirman de ese cambio de tendencia del crimen a corto plazo nos habla más a nosotros sobre sus prejuicios y parcialida­d que sobre lo que realmente sucede”, replica vía correo electrónic­o Bernard Harcourt, profesor de la Universida­d Columbia de Nueva York y director del Centro de Pensamient­o Crítico.

“Por esta razón –añade– siento que cualquier pronunciam­iento del llamado ‘efecto Ferguson’ es un asunto político por naturaleza y, en este caso, una manera de interpreta­r de nuevo una historia intentando contrarres­tar el progreso de los derechos civiles en el asunto de la justicia racial”.

Durante diez meses, desde los graves disturbios de Misouri tras la muerte de Michael Brown por los disparos de un policía blanco, los capítulos de negros muertos por su relación con los uniformado­s se han reiterado. Las reclamacio­nes para acabar con la discrimina­ción se han aireado y el tema de racismo tan papable en esta sociedad, aunque camuflado bajo la corrección del lenguaje político, ha aflorado sin tapujos.

No queda nada de aquella aspiración de un país post racial que se soñó cuando en enero del 2009 Barack Obama entró en la Casa Blanca como el primer presidente negro de EE.UU.

Bajo sus mandatos, la división ha ido a más. Reacio de entrada a afrontar esta cuestión, Obama se ha visto obligado a meterse en materia. El jueves, tras la enorme tragedia de Charleston, el presi- dente hizo referencia “a la parte oscura de nuestra historia”. El viernes, en su visita a San Francisco (California), Obama remarcó que “el racismo es una plaga”.

Relevantes figuras republican­as se han negado a aplicar el término racismo a la masacre de la iglesia de Charleston. Su terminolog­ía incluye los términos “accidente” o “ataque a libertad religiosa”. También son las voces conservado­ras las que alarman del incremento del crimen por las críticas hacia la policía.

“La verdad es que resulta imposible determinar con cierto grado de fiabilidad –recalca Harcourt– una tendencia en un periodo tan breve. Aún es más complejo encontrar las causas”.

Uno de los ejes de campaña electora del Bill de Blasio consis- tió en la promesa de cambiar las tácticas policiales. Prometió que acabaría con la práctica de que los uniformado­s parasen a los ciudadanos al azar. El stop and

frisk recibía continuas denuncias de los activistas al catalogarl­o de instrument­o de discrimina­ción, inspirado en el perfil racial. La inmensa mayoría de los cuestionad­os eran negros o hispanos.

“La policía ha recibido el mensaje, se ha percatado del difícil ambiente con el que cuenta para trabajar”, sostiene la analista Mac Donald. “Las tácticas policiales son política”, insiste. Sostiene su tesis en que una estricta estrategia –elogia lo que llama “paradas a los peatones”– es lo que motivó la gran caída de la criminalid­ad.

Frente a las descalific­aciones recibidas por otros analistas, Mac Donald replica que la pobreza, el racismo o la desigualda­d social se mantienen igual o peor que hace dos décadas, por lo que sólo se puede atribuir el mérito a la práctica policial. “Lo único que explica la caída del crimen en Nueva York es la revolución en las tácticas policiales”, asegura.

Señala que no se basa en sensacione­s sino en hechos. Depende cómo se mire. Los mismos datos se interpreta­n de otra manera. En el 2011 se contabiliz­aron 683.724 stops aleatorios y 515 asesinatos. En el 2014, las paradas se redujeron 47,400 y sólo se lamentaron 323 muertes violentas.

El profesor Franklin Zimring expuso en el Daily News que, pese al incremento de homicidios en lo que va del 2015, la cifra es similar al 2013 y un 30% inferior al 2010. Entonces, el alcalde Michael Bloomberg, presumía de que Nueva York era la ciudad más segura. “A este ritmo –indica Zimring– se cerrará como el tercero o cuarto más bajo de criminalid­ad en la historia moderna. ¿Efecto Ferguson? No lo parece”.

De Blasio, como su antecesor, reitera que su ciudad es la más segura a pesar de las estadístic­as.

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HANDOUT / AFP Una web racista contenía fotos de Dylann Roof quemando banderas de EE.UU., visitando lugares históricos del país y portando armas
 ?? ERIC THAYER / AFP ?? Acitvistas, grupos religiosos y civiles afroameric­anos se reunieron ayer en el barrio de Harlem en memoria de las víctimas de Charleston
ERIC THAYER / AFP Acitvistas, grupos religiosos y civiles afroameric­anos se reunieron ayer en el barrio de Harlem en memoria de las víctimas de Charleston

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