La Vanguardia (1ª edición)

Demografía­s

- Enric Juliana

El mapa de la población nos dice que la nueva línea de tensión en España es la que va del oeste al este

Para tener una cierta visión del mundo hay que interesars­e por la geografía, la historia y la demografía”, me dijo en una ocasión Jordi Pujol. Me place comenzar este artículo con esa cita.

La geografía invita a viajar y la historia es apasionant­e. La demografía, tercer pilar, parece más aburrida. Cuesta más entrar en ella. Mi amigo valenciano Josep Vicent Boira, geógrafo y principal intérprete intelectua­l de la idea del Corredor Mediterrán­eo, me ha enviado el mapa que se reproduce en esta página. Un mapa que explica la evolución de la población en Europa entre los años 2001 y 2011, elaborado por el Instituto Federal Alemán para los Asuntos Urbanos. En rojo, las áreas que han ganado más habitantes. En azul fuerte, las que más población han perdido.

El mapa nos dice que Francia está consiguien­do una proeza. Pese al estancamie­nto de su economía, mantiene una tasa de natalidad de dos hijos por mujer, superior a la media europea y de Estados Unidos. Sumando la inmigració­n, Francia consigue un crecimient­o muy uniforme. Más arriba de la Bretaña, la católica Irlanda, el país europeo con mayor porcentaje de jóvenes, presenta rojos aún más intensos, que se apagan al llegar a las costas de Inglaterra. Alemania está estancada y la población retrocede de manera manifiesta en los länder del Este. Polonia amanece más dinámica.

Italia sigue partida en dos. La tasa de natalidad es baja en todo el país, pero Roma y el Norte han recibido gente nueva. Vuelve a haber emigración de italianos del Sur a la llanura del río Po. La eterna cuestión del Mezzogiorn­o. Hay dos Italias que se siguen separando y nadie sabe cuánto resistirá la increíble flexibilid­ad de ese país.

El mapa nos explica algo muy interesant­e sobre la actualidad griega. La revuelta contra el Directorio Europeo la capitanean unos jóvenes de izquierdas que hoy no podrán ganar el referéndum sin un apoyo suficiente de los viejos, en un país en claro retroceso demográfic­o. La cuestión de las pensiones es decisiva, como hemos visto con mucha claridad esta semana. En la misma región balcánica, Rumanía y Bulgaria exhiben la herida de la migración masiva. En Albania, el último que apague la luz. Y el intenso color azul de las repúblicas bálticas ayuda a entender su pánico al expansioni­smo ruso.

En España, la nueva línea de tensión es Oeste-Este. Puesto que la población ha crecido gracias a la inmigració­n y no a la natalidad, los rojos y los azules intensos nos muestran donde están el dinamismo y la depresión. Han crecido el Gran Madrid, toda la costa mediterrán­ea, con fuerza en Catalunya, Baleares y Valencia, y el corredor del Ebro. La España del Oeste se despuebla y envejece. Portugal canta un fado triste, con puntos rojos en el área metropolit­ana de Lisboa, a la que le falta potencia.

España se está desplazand­o al Mediterrán­eo. Es muy interesant­e superponer a este mapa los resultados de las elecciones del pasado 24 de mayo. La España con más efervescen­cia política es la de rojo. El Partido Popular mantiene una fuerte hegemonía en el envejecido cuadrante noroeste y logra conservar el enclave murciano.

La energía del país se desplaza al Mediterrán­eo y el Gran Madrid ha dejado de ser un monolito político. Este fin de semana, la fracción más lista de la derecha madrileña –línea Cristina Cifuentes– le ha dicho a la izquierda que la bandera del Orgullo Gay también es suya. Me lo cuentan hace cinco años y no me lo creo. Adiós, cardenal Rouco Varela.

Mapas, mapas, mapas.

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FUENTE: BBSR Bonn 2015 LA VANGUARDIA
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