La Vanguardia (1ª edición)

Las 57 joyas de Pilon’s Street

Los vecinos de la calle Comte organizan la novena pintada de bolardos, que se han convertido en un reclamo de Tarragona

- SARA SANS Tarragona

No hay tiendas en esta callejuela del casco antiguo de Tarragona. Tampoco restos romanos. No sale en la mayoría de la guías turísticas (todavía) y, sin embargo, es la más fotografia­da de la ciudad. La calle Comte, documentad­a desde el siglo XV, ya es más conocida como Pilon’s Street. Desde hace nueve años, cada primer sábado de julio, vecinos, artistas, amigos, familias y entidades pintan los 57 bolardos de la calle. La Pilon Parade se ha convertido en un clásico no oficial de la Part Alta. Una fiesta en toda regla.

Los bolardos grises e impersonal­es brillan aquí por su colorido y originales motivos: desde ayer un casteller (uno dels Xiquets y uno de la Jove), un jardín con mariquitas, un gato, un pilón sevillano (rojo y con lunares blancos), un poema de Safo, y más allá, la Àliga del Seguici Popular de Tarragona, que está de aniversari­o, o el pilón dedicado a la “mica Micaela”, un chimpancé “criado” por un grupo de artistas. También hay el bolardo culé, otro en formato cómic o una oda al verano. Algunos están tan logrados que los vecinos “indultan” dos pilones cada año, que no se repintan.

En 2005, semanas después del hundimient­o de varias casas en el barrio del Carmel de Barcelona, en esta pequeña calle de Tarragona también hubo un derrumbe. El nivel de humedad en el subsuelo era tal, que salieron grietas en varios inmuebles. Todas las familias tuvieron que ser desalojada­s, algunas durante meses, como el fotógrafo Pep Escoda (ganador de 16 premios Lux) o Ramon Ollé, cofundador de la cerveza Rosita. Los vecinos hicieron piña: “Esta calle estaba siempre sucia, oscura, había siempre coches aparcados...”, recuerda Ollé, ahora por- tavoz de la Asociación de Amigos y Vecinos de la calle Comte. Así que aprovechan­do que la calle se iba a pavimentar de nuevo, pidieron al Ayuntamien­to que instalara los ahora famosos bolardos.

Se inventaron un santo, el de San Agapito Bis, y ayer, por noveno año consecutiv­o, la fiesta comenzó a las 10.30. Aunque a esa hora ya había artistas esperando. Los vecinos organizan dos mesas (una con pinturas y pinceles para los despistado­s) y otra para reponer fuerzas: Ramon trae su cerveza, Yzaguirre aporta el vermut y las aceitunas y las patatas corren a cargo de los mismos vecinos y la música suena en directo.

Una mañana de pintura y un año de lucimiento en el que no hay día en que alguien no fotografíe o contemple los bolardos. Ayer por la tarde la fiesta culminó con los @igersTGN que bautizaron la nueva imagen de Pilon’s Street (su Facebook tiene más de mil seguidores) con un #IgersAtac. No en vano, el bolardo de los Instagrame­rs fue uno de los indultados y en esta calle está el kilómetro 0 del Igers Map.

Los originales pilones, que se repintan cada año, han convertido esta calle en la más fotografia­da de la ciudad

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VICENÇ LLURBA El bolardo de esta familia se convirtió en un minion, la criatura de moda en los cines

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