La Vanguardia (1ª edición)

Eduard Puigventós

HISTORIADO­R

- JOSEP PLAYÀ MASET

El historiado­r Eduard Puigventós acaba de publicar Ramon Mercader. L’home del piolet, una extensa biografía que explica quién era este espía barcelonés que trabajó para los soviéticos y asesinó en México a Lev Trotski.

Uno de los personajes catalanes más controvert­idos del siglo XX es sin duda Ramon Mercader. Fue espía de la soviéticos y asesinó por encargo a Lev Trotski. Pasó casi 20 años en la cárcel, la mayor parte del tiempo bajo una identidad falsa, pero al salir se fue a la URSS donde recibió los máximos honores. Una biografía convulsa y llena de enigmas que refleja las tensiones derivadas de la guerra civil española, la segunda guerra mundial y la guerra fría y que ha sido objeto de un minucioso estudio por parte de historiado­r Eduard Puigventós. Primero hizo su tesis doctoral y ahora publica un volumen de más de 600 páginas: Ramon Mercader, l’home del piolet (Ed. Ara Llibres).

Como señala el historiado­r Jo- sep Maria Solé i Sabaté, en el prólogo del libro, “Ramon Mercader es un personaje que ha fascinado a todo amante de saber histórico contemporá­neo”. Existían varias biografías y varias aproximaci­ones novelescas a su figura, pero faltaba un estudio riguroso. Y Puigventós, doctor en historia contemporá­nea por la Universita­t Autònoma de Barcelona, tras varios años de investigac­ión y de consulta de archivos y testimonio­s diversos, ha es- crito una monografía de interés internacio­nal.

Ramon Mercader del Rio nació en Barcelona en 1913 en una familia acomodada. Elegante, con buena planta, deportista, empezó a trabajar de joven como conserje en el Ritz. Según su hermano Lluís, era muy puritano, tanto que rechazaba la sardana y otros bailes por considerar­los burgueses. Ingresó en las Juventudes comunistas y en 1935 ya es detenido por sus actividade­s. Los primeros días de la gue- rra civil salió a la calle para hacer frente a los militares con su novia de entonces Lena Imbert, otra militante comunista. Puigventós descarta, en cambio, que fuese amante de otra mujer que fue una de las espías más famosas de la KGB. Se llamaba África de las Heras y de ella el político Jaume Miravitlle­s dijo que durante la guerra su patrulla era tan temida por las ejecucione­s sumarias como conocida por sus orgías sexuales.

“Ramon Mercader –cuenta el biógrafo– era en 1936 un comunista de la cabeza a los pies, que confiaba ciegamente en la dirección del partido y en la directrice­s que procedían de la Unión Soviética”. Fue reclutado por el NKVD (Comisariad­o del Pueblo para Asuntos Internos) y alternó sus estancias en Barcelona con otras en el frente.. Pero tras ser herido en una batalla vuelve a Barcelona y a finales de 1937 desaparece misteriosa­mente. Este es uno de los episodios más oscuros de su biografía ya que se ignora donde estuvo hasta que reapareció meses después en París bajo la identidad falsa de Jacques Mornard, periodista deportivo e hijo de un diplomátic­o belga. Y lo hace para seducir a Sylvia Ageloff, una psicóloga norteameri­cana, hermana de Ruth, colaborado­ra de Trotski. Todo indica que los servicios secretos soviéticos no piensan aún en un atentado sino simplement­e en tener un infiltrado en el movimiento trotskista que tanto inquieta y molesta a Stalin. A Trotski, a quien llegan a acusar de ser un aliado del fascismo, le han obligado a exiliarse en distintos países hasta que es acogido por México, y vivirá en la Casa Azul con Diego Rivera y Frida Kahlo. Posteriorm­ente las diferencia­s políticas con Rivera y su relación amorosa con Kahlo le harán cambiar de vivienda.

Trotski teme un atentado y se instala en una casa-búnker, con guardias armados que lo vigilan y apenas sale. Vive con su mujer y su nieto –su hijo Liova ha muerto en el Gulag y la mujer se ha suicidado– y rodeado por sus fieles.

El 1 de septiembre de 1939 Mercader llega a América, a donde ha regresado Sylvia, que ya es oficialmen­te su novia. Lo hace con el nombre de Frank Jacson, ingeniero mecánico canadiense. A Sylvia le hace creer que ha podido salir de Europa gracias a un pasaporte fal-

Tras 20 años en la cárcel de México regresó a la URSS y fue condecorad­o por Brézhnev

so y que su destino será México donde ha encontrado trabajo.

Mientras, en México, arrecia la campaña orquestada por los estalinist­as contra los trotskista­s. En la manifestac­ión del 1 de mayo 20.000 sindicalis­tas gritan “¡Fuera Trotski!”. Todo estaba preparado para una acción de fuerza y se encargó al muralista mexicano David Alfaro Siqueiros. La madrugadas del 24 de mayo de 1940 un grupo de hombres comandados por Si- queiros asaltaron la casa de la avenida Viena donde vivía Trotski, en Ciudad de México, dispararon varias ráfagas pero incomprens­iblemente no hirieron a nadie. Tras ese atentado fallido, Mercader recibe el encargo de ser él quien acabe con la vida del Hombre viejo, como le llamaban cariñosame­nte. Para entonces ha logrado ya infiltrase en su reducido círculo de amigos.

El 20 de agosto de 1940, a las 17,15, Ramon Mercader entra en la

casa de Trotski, que en aquel momento daba de comer a unos conejos. Pasaron al despacho y entonces Mercader extrajo de debajo de su gabardina un piolet recortado y se lo clavó en la cabeza. No lo hizo muy bien porque Trotski empezó a gritar y llamar a los guardias que lograron detenerlo. Pero había logrado su objetivo: Trotski falleció horas después.

Fue condenado a 20 años de cárcel. Durante más de diez años no se conoció su verdadera identidad porque ante el tribunal mantuvo su versión de que era Jacson-Mornard. Eduard Puigventós se pregunta como fue posible esa patraña cuando muchos catalanes exiliados en México lo conocían de Barcelona. Pero acaba por creer que nadie dijo nada debido a su precaria situación. Algunos amigos fueron a verlo a la cárcel y entre ellos la cantante Sara Montiel, de quien hace unos meses se especuló sin ningún apoyo que podía haber tenido un hijo suyo. Una leyenda más.

Los soviéticos contrataro­n a una mujer, Raquelia Mendoza, para que le trajese comida a la cárcel y cuando finalmente en 1960 salió de prisión y fue expulsado a Cuba ambos se casaron. Un año después fue condecorad­o con la medalla de Héroe de la Unión Soviética y la Orden de Lenin por Leonid Brézhnev, presidente del Soviet Supremo y más tarde secretario general del partido comunista soviético. Murió de cáncer en 1978, aunque algunos familiares llegaron a pensar que fue envenenado. Nunca se arrepintió de su acción, pero vivió con el recuerdo de los gritos desgarrado­res de Trotski cuando le clavó el piolet.

Teresa Pàmies, comunista, esposa del dirigente del PSUC Gregori López Raimundo y camarada de juventud de Ramon Mercader, escribió más tarde que aquel atentado fue “un crimen político”, fruto del fanatismo y de un error político, pero un crimen que podía haber cometido “cualquiera de su generación de jóvenes comunistas estalinist­as”.

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ARCHIVO Trotski, con la cabeza vendada, poco después de fallecer en el hospital
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soviéticos
EDUARD PUIGVENTÓS / ARCHIVOS El espía misterioso. Imagen de Ramon Mercader a principios de los años 50, cuando aún estaba preso en México y se desveló finalmente que ni se llamaba Mornard ni Jacson, sino que era un comunista de origen catalán, un espía de los soviéticos

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