La Vanguardia (1ª edición)

El Estado Islámico apunta a África

Pobreza, analfabeti­smo y gobiernos frágiles alimentan la expansión integrista

- XAVIER ALDEKOA Johanesbur­go. Correspons­al

“¿Cuántas quieres, amigo?”.

Hace unos años, la policía de Bamako (Mali) trató de frenar la popularida­d entre la población de camisetas o pegatinas con el rostro de Bin Laden y prohibió su venta en los mercados. Requisó cientos de tiendas. Aun así, no era difícil conseguirl­as.

“¿Cuántas quieres, amigo?”, inquiría a este periodista un vendedor del barrio Kalaban Coura con varias pegatinas del exlíder de Al Qaeda en la mano. Años después, otro grupo radical, el Estado Islámico (EI), está dispuesto a aprovechar esa rendija abierta al fundamenta­lismo. Según varios analistas consultado­s por este diario, África está en el punto de mira de los deseos expansioni­stas de la banda extremista.

Si la región de Fezán, en el sudoeste de Libia, el norte de Mali o la cuenca del lago Chad, que abraza las fronteras de Nigeria, Chad, Camerún y Níger, son los centros claves del avance yihadista del EI al sur del Magreb, la situación anuncia nubarrones en países como Níger o Sudán. El EI no oculta sus intencione­s expansioni­stas en África. El octavo número de su revista de propaganda oficial, Da- biq, dedicaba la portada a una mezquita de Túnez y llevaba un título significat­ivo: “Sólo la charia reinará en África”. En su interior, se dedicaba un reportaje al juramento de fidelidad al EI del grupo nigeriano Boko Haram y otro a “la arena Libia”, en los que animaba a los musulmanes africanos a viajar a esos países y unirse a la yihad. Además de Nigeria, el EI tiene en tierras africanas a “grupos franquicia” en Libia, Egipto y Argelia.

Para el sudafrican­o Ryan Cummings, analista jefe de África del think tank Red24, el pacto de lealtad de la banda nigeriana en marzo, que se rebautizó como Provincia del Estado Islámico en África Occidental, fue el punto de inflexión. Aunque aún está por ver cómo ese movimiento ha afectado la capacidad operativa y de influencia del EI en la región, la hermandad con la banda más mortífera del continente africano dejó, según Cummings, una “importante huella operaciona­l en una zona de África donde la militancia islamista parece estar floreciend­o y refuerza la reivindica­ción del EI de que se están expandiend­o”.

El informe de la semana pasada del think tank Crisis Group –“El Sahel central: una perfecta tormenta de arena”– advertía del deterioro de la situación y de que en el cielo se avistan buitres fundamenta­listas: “El enorme, poco poblado y empobrecid­o Sahel se ve afectado por la presencia creciente de yihadistas y actividade­s ilícitas, que incluyen el comercio de armas, drogas y el tráfico de personas”. Más allá de su visión ex- pansionist­a, el EI —como también Al Qaeda y otros grupos radicales— pelea por un trozo de pastel: el mercado negro en esa zona genera 3.800 millones de dólares anuales.

Para la keniana Comfort Ero, directora en África de Crisis Group, enfrentars­e con las armas

Tras integrar a Boko Haram, el EI tiene franquicia­s en Nigeria, Egipto, Argelia y Libia Una revista del EI da la portada al continente: “Sólo la charia gobernará África”

al yihadismo en el Sahel es errar el tiro. Sin asistir a la población, no habrá solución. “Los esfuerzos militares para combatir la insegurida­d no pueden tener éxito solos. Sin medidas para mejorar la gobernanza, limitar la corrupción de estado, crear oportunida­des

económicas y reforzar las institucio­nes democrátic­as, tanto los gobiernos locales como la comunidad internacio­nal no podrán conseguir el apoyo de las comunidade­s contra los criminales y grupos radicales”.

El mismo patrón se repite en todas las zonas donde crece el fundamenta­lismo en África: son zonas con mucha pobreza, con altos índices de analfabeti­smo y donde las estructura­s de Estado son prácticame­nte huecas.

Los gobiernos locales, a menudo corruptos e ineficaces, no proporcion­an seguridad ni asistencia a una población desesperad­a y alejada de los centros de decisión gubernamen­tal. “En muchos de estos países —opina Cummings— la democracia secular, que existe más en nombre que en la práctica, ha fallado a millones de personas que se enfrentan a una marginaliz­ación política y socioeconó­mica sucesiva desde regímenes ‘democrátic­os’. La idea de una ley de Dios o charia como panacea o equivalent­e a esa democracia atrae a muchos”.

En el Sahel, las crisis alimentari­as del 2005, 2008, 2010 y 2012 han acabado de apretar el cuello a comunidade­s llenas de jóvenes sin futuro. La población de Níger, país con un gobierno relativa- mente estable pero situada en el centro del huracán, tiene una media de edad de 17 años y crece rápido: Naciones Unidas calcula que sus 16 millones de habitantes serán 66 millones en el año 2050.

El teniente coronel Jesús Díez Alcalde, experto en África del Instituto Español de Estudios Estratégic­os (IEES), califica de “obsesión” los intentos del EI de proyectar su califato en el norte de África, el Sahel y África Occidental, pero también apunta a la raíz: “En esta regiones, la inestabili­dad, la ausencia de seguridad y de desarrollo se han convertido en el sustrato perfecto para que los yihadistas aumenten su capacidad de captación, de financiaci­ón y radicaliza­ción”.

Aunque define el escenario como “tremendame­nte preocupant­e”, para Díez Alcalde los gestos del EI hacia África son más producto de la propaganda de su campaña de terror que de un aumento de la cohesión yihadista. “El EI no tiene capacidad de coordinar las acciones de los grupos yihadistas que le han jurado lealtad desde distintos países en África”, subraya. El EI busca infundir miedo y transmitir la idea de que su califato se expande. Para los extremista­s africanos la alianza es el mejor imán posible para atraer a desesperad­os a su causa. Y, mientras, el fundamenta­lismo avanza en África.

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STRINGER / AFP Soldados nigerianos interrogan­do a unos habitantes de una localidad rural, Zabarmari, el viernes, después de sufrir un ataque de Boko Haram

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