Mayores seguros al volante
La retirada forzosa del carnet les puede suponer efectos psíquicos negativos
Los Mossos d’Esquadra han empezado a dar charlas sobre seguridad vial en hogares de jubilados, para que los conductores más veteranos tomen conciencia de cómo conducen y las diferencias, por ejemplo, que hay entre los coches de hoy en día y los de hace unas décadas, amén de los cambios que ha habido en las normas de circulación y en las señales.
El motivo de este interés de los Mossos d’Esquadra por reciclar a los conductores mayores de 65 años viene dado por la estadística, pero no la de accidentes, sino por la de la pirámide de edad de la población española.
Las previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE) son que en el 2020 la población mayor de 65 años represente el 22% del total y en el 2050 el 33%. Se calcula que, en esta misma fecha, el 30% de los conductores tendrán entre 70 y 75 años.
No sólo vivimos más años, sino que además llegamos en mejores condiciones a los últimos años de nuestra vida. Pero una cosa es que cada vez gocemos de mejor salud y otra que no haya ciertas capacidades que vayan mermando y que son importantes para sentarse al volante.
La psicóloga Teresa Morali, presidenta de la sección de Psicología del Tráfico y la Seguridad del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, explica que en la conducción, además del estado físico y psicológico, están implicadas “la atención, la percepción, la actitud, la motivación y la per- sonalidad” y además –añade– “que todas ellas están interrelacionadas y afectan a la toma de decisiones”. En el proceso de envejecimiento, que es progresivo, se van perdiendo, según Morali, capacidades físicas, sobre todo la visión. “Disminuyen el campo y la agudeza visual, lo que comporta un riesgo en el reconocimiento de las distancias y la velocidad”. También disminuye la capacidad auditiva. “La capacidad para reconocer y discriminar sonidos y la dificultad para localizar su procedencia”. En relación a las aptitudes psicológicas, Morali dice que hay cambios en el cerebro que en la conducción afectan a la atención y la percepción, por ejemplo, “para determinar si un estímulo es relavante o no, y las dificultades para procesar estímulos nuevos o inesperados”. Dentro de este grupo también encontramos los déficits visoperceptivos y espaciales y las aptitudes perceptivomotoras, que conllevan un “aumento del tiempo de reacción para llevar a cabo todas las tareas que exige la conducción, además de dificultades de coordinación”.
La movilidad se ha convertido en un indicador de la calidad de vida y del nivel del estado de bienestar físico y psicológico de una persona, pero el de la gente mayor es un grupo muy hetero- géneo y hay personas que llegan mejor a la vejez, con lo que cualquier tipo de generalización hay que hacerla con mucha precaución para no caer en el edadismo. Para Morali, en los conductores activos que deben dejar de conducir por motivos involuntarios (hay conductores mayores que dejan de conducir voluntariamente por inseguridad o por ser conscientes de sus limitaciones) puede aparecer “sintomatología depresiva, sentimiento de aislamiento social y perdida de independencia si se vive en un entorno rural o separado de los principales servicios”.
Bonifacio Martín, secretario general de la Asociación Española de Centros Médicos Psicotécnicos (Asecemp), opina que por este motivo, la intención de las últimas directivas de la Unión Europea (UE) que reconocen la
Para que deje el coche, hay que tener en cuenta el estado psicofísico y no sólo la edad del conductor
importancia que tiene conducir para la independencia de las personas, es animar a que antes de retirar el carnet de conducir, se opte por “restricciones parciales o por incorporar a los vehículos ayudas para suplir las deficiencias que puedan presentar los conductores mayores”.
De todas formas, a menudo no queda más remedio que retirar el carnet, cuando las condiciones psicofísicas del conductor así lo aconsejan, aunque sea en contra de su voluntad. Según Morali, la decisión la deben tomar los centros de reconocimiento. La familia puede aconsejar y sobre todo acompañar en el proceso, especialmente si es traumático, pero sólo debería decidir en el caso de evidencia de riesgo y siempre que la persona afectada no sea consciente de ello. Teresa Morali dice que lo óptimo sería que todos fuéramos conscientes de cuándo ha llegado el momento de dejar el volante y que los familiares pueden aconsejar, pero siempre haciendo “hincapié en el estado psicofísico y nunca en la edad”.
Estadísticamente, los conductores mayores tienen una menor siniestralidad en términos absolutos, pero en cambio tienen un mayor número de accidentes por kilómetros recorridos. Los conductores mayores de 65 años son prudentes, no conducen a grandes velocidades, en general respetan las normas, no beben ni toman drogas y utilizan el cinturón. De todas formas, desde la Asociación Empresarial del Seguro (Unespa) se cree que en los próximos años la mayor siniestralidad en los accidentes de tráfico ya no estará entre los más jóvenes, sino en los conductores de la “tercera edad”. El motivo, según Unespa, no es otro que el hecho de que la gente que nació en los 50 tiene el automóvil absolutamente integrado en sus vidas desde hace muchos años. La mayoría conduce y lo seguirá haciendo.
Según Luis Montoro, catedrático de Seguridad Vial de la Universitat de València y presidente de la Fundación Española para la Seguridad Vial, esto será así “si desde los responsables de velar por la prevención de riesgos las cosas no se hacen bien”.
Con los conductores más mayores, el problema suele surgir porque hay un exceso de confianza al creer que la experiencia compensa los efectos de la edad. Para el doctor Montoro, la experiencia es una arma de doble filo. “De entrada es una ventaja, pero siempre que el conductor no haya anclado conductas que no son seguras y, en todo caso, la experiencia no sirve de nada sin las capacidades ni los conocimientos adecuados”.
Los conductores mayores de 65 años no tienen más accidentes en términos absolutos que otros grupos