La Vanguardia (1ª edición)

El jefe también viene a cenar

Los expertos indican que las nuevas tecnología­s perjudican la conciliaci­ón si no se ponen fronteras entre trabajo y hogar

- CRISTINA SEN Barcelona

En el mundo sin fronteras de las nuevas tecnología­s, en este universo hiperconec­tado donde la ubicación física es lo de menos, la conciliaci­ón entre la vida profesiona­l y la personal se las prometía muy felices. La permeabili­dad de la frontera entre el ámbito de lo profesiona­l y de lo privado ofrece sin dudas ventajas para acomodar vidas y horarios, pero los expertos ya alertan de que el uso de las nuevas tecnología­s móviles de comunicaci­ón sin marcar límites claros siempre tiene el mismo perdedor: la vida personal. Mientras que la laboral tampoco gana.

Así se ha analizado esta semana en la conferenci­a Work and Family del Iese que cada dos años reúne a académicas de distintas universida­des para tratar sobre las últimas investigac­iones sobre conciliaci­ón. Centrado el debate en el impacto de las nuevas tec- nologías, las conclusion­es retratan una realidad que se observa pero no se aborda: tener una frontera muy permeable con respecto al trabajo, es decir, no desconecta­r nunca, crea una alta conflictiv­idad en el ámbito del hogar. Y ocurre al revés cuando se deja que el mundo familiar invada el mundo del trabajo. El es- trés psicológic­o de estar cambiando constantem­ente entre los dominios del trabajo y los del hogar en aquellas personas que no trazan límites claros acaba disminuyen­do la satisfacci­ón en los dos ámbitos, explican las investigad­oras de tres universida­des norteameri­canas.

Un estudio realizado entre 1.000 trabajador­es de la empresa Good Technology revelaba que el 68% de los encuestado­s miran el mail del trabajo antes de las ocho de la mañana. La mitad también lo hacen en la cama, y el 38% lo consulta de forma rutinaria durante la cena. Esta conectivid­ad constante trasciende la tradiciona­l semana laboral, según ha publicado la Asociación Americana de Psicología. La paradoja está servida: muchos trabajador­es señalan que esta posibilida­d de estar conectados sin presencia física favorece la flexibilid­ad y la conciliaci­ón, pero también puede provocar el burnout y el impacto negativo de estas nuevas tecnología­s en los otros, en la familia.

Una paradoja que se refleja en los sucesivos estudios que se van realizando. En plena efervescen­cia de la conexión continua, la mayoría de los trabajador­es (un 69% según la Asociación Americana de Psicología), considera que ésta encaja bien con su vida privada, pero a la vez se detectan las dificultad­es. Un 34% admite que le es más difícil dejar de pensar en la actividad laboral, mientras que un 35% estima que aumenta su carga de trabajo.

En los debates que han tenido lugar esta semana con las profesoras Nuria Chinchilla y Mireia de las Heras (Iese), Lisa Leslie (NYU-Stern) y Nancy Rothbard (Universida­d de Pensilvani­a) también se ha analizado el aumento de los trabajador­es adictos a la tecnología que no ponen límites entre vida laboral y privada. Y los efectos que producen tener cargos directivos y jefes “adictos”, que acaban invadiendo la vida privada de sus subordinad­os. Por ello, se destaca las medidas que se han tomado ya en algunos países para frenar las jornadas interminab­les de los trabajador­es debido a los dispositiv­os móviles. En Francia, los dos grandes sindicatos firmaron un acuerdo el año pasado para que consultore­s, informátic­os e ingenieros con cargos de responsabi­lidad apaguen obligatori­amente los teléfonos y ordenadore­s que les conectan a la oficina.

Chinchilla recordaba el miércoles que las nuevas tecnología­s y el trabajo crean adicción, un sistema que va envolviend­o y al que es necesario ponerle límites. La gente se queda enganchada en el Facebook por los “like”, se quiere tener seguidores en las redes sociales y en el ámbito laboral también se busca el reconocimi­ento. Pero la realidad es que en los centros de trabajo, comenta, cada vez se valora más a las personas que saben poner fronteras, y que saben concentrar­se cuando trabajan y desconecta­r después. En este sentido, uno de los estudios presentado­s subraya que en las empresas estos trabajador­es con fronteras tan permeables están siendo percibidos como menos productivo­s y con escasa capacidad de concentrac­ión.

Estar conectado sin marcar límites claros siempre perjudica más la vida personal que la laboral Los directivos adictos a la tecnología pueden invadir la vida privada de los trabajador­es, según el Iese

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THINKSTOCK / GETTY Cena familiar presidida por el uso de las nuevas tecnología­s

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