La Vanguardia (1ª edición)

“Un encierro es un acto de locura corto e impactante”

Jokin Zuasti, veterano corredor de encierros

- JOKIN LECUMBERRI Pamplona

Su bautizo en los encierros de los Sanfermine­s fue con sólo 14 años. Al ser de Pamplona, era lo que tocaba. A pesar del miedo y el escenario imponente, la experienci­a fue un éxito y la afición quedó para siempre. Cuarenta años después, Jokin Zuasti (Pamplona, 1961) es una de las caras más conocidas de los encierros. Como todos los 7 de julio, mañana a las ocho, esperará en mitad de la Estafeta a que suene el cohete. Ahí empieza todo.

¿Se disfruta en un encierro? Para mí es un punto y aparte con todo. Sé dónde me meto y el peligro que hay, por lo que me aíslo y me centro. Es una burbuja en la que no hay nada más. A veces es ingrato, sí, pero compensa.

¿De dónde le viene esta afición? Veía a chavales un poco mayores que yo que corrían y quería imitarlos. Cuando yo era adolescen- te, ellos eran como referentes para mí, así que probé.

¿Cómo debutó? Los Sanfermine­s ya estaban avanzados y, aunque en buenas condicione­s, después de estar prácticame­nte toda una noche por ahí. Fue una llamada a la aventura. No tuve miedo al decidir que iba a hacerlo, sino después, cuando ya estuve dentro del recorrido, en Estafeta. Esa vorágine, la masa, los gritos se van apoderando de ti. La adrenalina que desprende la calle es lo que engancha a los encierros. Y luego el cohete. Sí, el sonido seco que anuncia el comienzo. Eso impresiona.

¿Fue bien? Empecé a correr sin referencia­s y tuve la suerte de llegar a la plaza. Me pareció que los toros entraron muy cerca de mí. Fue una sensación de triunfo.

¿Siempre ha corrido el mismo tramo? Empecé hacia la mitad de Estafeta y con los años fui subiendo un poco más. El fin es llegar hasta la plaza con los toros.

¿Es factible? Hoy por hoy es casi imposible, no por la velocidad, sino por todo lo que rodea a los encierros: la gente y las circunstan­cias impiden que puedas aguantar tanto a un toro. Sin embargo, desde el final de Estafeta, con un toro espaciado, sí se puede.

¿Qué ha cambiado en los encierros en estos cuarenta años? Dicen que es la masificaci­ón, pero no lo creo. Siempre ha habido mucha gente. Lo que ha cambiado es que ahora hay muchísima más gente capaz de correr bien.

En ese sentido, ¿se ha profe- sionalizad­o? Sí, muchísimo, y eso se debe al éxito de que muchos chavales se hayan enganchado.

Con su experienci­a, ¿está nervioso antes de los encierros? No, pero no por los años. Ahora mismo sé que es algo que va a llegar, pero nada más. ¿Y en el momento en sí? Por la mañana del mismo día sí que escenifico las situacione­s que se pueden dar. Veo la calle, las sensacione­s, mi entrada en la carrera y cuando salgo. Cierro los ojos y veo la cabeza del toro. ¿Miedo? Sí, pero es un miedo controlado, es tensión. La cabeza tiene que ir lenta, no hay que estar colapsado.

¿Qué es más peligroso, los toros o la gente? Los toros, sin duda. La gente es un avatar de Pamplona que hace que sea más complicado disfrutar de los astados, pero en un encierro quien manda, abre huecos y se impone es el toro. Siempre. La prueba es que, a pesar de la masificaci­ón, cuando un toro se queda suelto da tres pasos y ves huecos por todas partes.

Entre la gente, ¿quiénes molestan más, los que buscan toro o los que no? Los que no saben a lo que van puede que, según las circunstan­cias, hagan alguna locura por desconocim­iento. Cruzarse de malas maneras o una caída. El que va a correr y no tiene experienci­a, aunque tenga voluntad, lo tiene difícil por la competitiv­idad.

¿Por qué el encierro de Pamplona es tan popular? Porque es un acto de riesgo espectacul­ar. Y es tan breve que es imposible que aburra. Es una locura corta e impactante.

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MFM. Jokin Zuasti vigila a un toro en el transcurso de un encierro de los Sanfermine­s

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