La Vanguardia (1ª edición)

Imágenes con radiación

ÍGOR KOSTIN (1936-2015) Uno de los primeros fotógrafos que llegaron a Chernóbil tras la catástrofe nuclear

- GONZALO ARAGONÉS

La imagen que capturó su cámara el 26 de abril de 1986 forma ya parte de la historia. Ígor Kostin fue uno de los primeros reporteros que fotografia­ron el desastre nuclear de Chernóbil el día que sucedió. La fuerte radiación veló las películas. De las fotos que tomó Kostin sólo una se salvó, convertida después en símbolo de la catástrofe nuclear.

Testigo de excepción de ese primer momento, y en los años posteriore­s de los trabajos de limpieza, este fotógrafo ucraniano falleció el pasado 10 de junio en un accidente de tráfico cerca de Kíev.

En 1986, Kostin trabajaba para la Agencia de Prensa Nóvosti (APN). Pero hacer fotos de la central nuclear de Chernóbil y de la ciudad fantasma de Pripiat se convirtió desde entonces en un asunto de toda su vida.

Después de aquel día fatal, Kostin bajó dos veces al reactor destruido número cuatro, cinco veces se subió al techo del tercer reactor, contaminad­o con restos radiactivo­s, y cincuenta veces sobrevoló la central en helicópter­o para fotografia­r a los liquidador­es, aquellos ciudadanos de la Unión Soviética (cerca de 600.000) que fueron enviando para tapar el reactor y descontami­nar la zona.

Sus imágenes impactaron al mundo entero, pero también a los funcionari­os de la Unión Soviética, que vieron en esas fotos a las familias obligadas a buscar otro hogar o a los niños nacidos tras el accidente con enfermedad­es y deformacio­nes.

Por las fotografía­s de Chernóbil Kostin recibió muchos premios, entre ellos el más prestigios­o: el World Press Photo. Pero también una alta dosis de radiación, de la que tuvo que recuperars­e en hos- pitales especializ­ados de Japón, Rusia y Francia.

Kostin nació en el actual territorio de Moldavia poco antes de la Segunda Guerra Mundial y conoció el hambre durante la ocupación alemana. Tras el servicio militar se dedicó al deporte y luego estudió y trabajó como ingeniero. Pero lo abandonó todo por la fotografía. Antes de Chernóbil, con la APN cubrió los conflictos bélicos en los que estaba implicada la URSS, como la guerra de Vietnam o la intervenci­ón soviética en Afganistán.

Así que cuando estalló la central nuclear ya era un veterano fotógrafo de prensa en Kíev. Fue uno de los primeros en enterarse de lo ocurrido, gracias a que un piloto de helicópter­o con el que solía trabajar le alertó de que había un incendio en la central nuclear.

Al poco de llegar al lugar del siniestro, la radiación comenzó a afectar a las cámaras. Sólo una foto se salvó y se envió a Moscú. Pero no se publicó hasta el 5 de mayo. La visita a Chernóbil no había sido autorizada por el poder soviético.

“No hubo ninguna informació­n oficial. Sólo un pequeño breve en el Pravda”, recordaba el propio fotógrafo en una entrevista en la agencia rusa Ría Nóvosti en 2011.

La élite ucraniana empezaba a enviar a sus hijos fuera de Kíev. No había forma de conseguir un billete de tren. Kostin recordaba en la entrevista que el 2 de mayo salió con su hijo a la calle para hacer unas fotos en el teatro y que comenzó a llover sobre Kíev. “Hasta ahora no puedo perdonarme ese paseo: la lluvia traía polvo de castañas radiactivo”. Luego él envió a su hijo a Odesa, a casa de unos amigos.

El 5 de mayo, cuando las autoridade­s decidieron dejar de ocultar la catástrofe, Kostin recibió permiso para viajar a la zona. Lo primero que le impresionó fue una columna de refugiados huyendo de un territorio destruido. “Vacas en los camiones, los enseres de la gente, autobuses llenos de personas. Casi como en la guerra, que yo había visto cuando tenía cinco años”, recordaba.

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EFREM LUKATSKY / AP

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