Lejos del museo
Bab Dylan
Lugar y fecha: Jardins del Palau Reial de Pedralbes (4 de julio de 2015)
En junio de 1988, Bob Dylan daba inicio al Never Ending Tour. Desde entonces, y haciendo honor al nombre de la cosa, no ha parado de actuar –con escasos períodos de descanso– ante toda suerte de auditorios, ya sea en salas, ferias, o festivales como el de Jardins de Pedralbes. Dylan juega en otra liga, y no solo por las características de tan peculiar gira eterna. También por como plantea sus conciertos, esquivando lo evidente en varios frentes.
En una actuación dividida en dos partes –lo que parece razonable a los 74 años–, Bob Dylan aludió poco al contenido de su último álbum dedicado a Sinatra, Shadows in the night, del que solo desgranó un par de temas ( Full moon and empty arms, Autumn leaves), aunque situados en posición destacada en el repertorio, y con magnífica transmisión emocional.
Tampoco se desvivió por hilvanar himnos generacionales. Si este 2015 se han cumplido 50 años de la grabación de Like a rolling stone, no hubo ni asomo de ella en el bolo. Ya en el bis, recreó Blowin’ in the wind, de modo casi irreconocible, poco menos que deconstruida, y francamente magistral. En similares coordenadas de sano revisionismo se situaron el resto de las (pocas) piezas historiadas de la noche, con mención especial para una versión de Tangled up in blue genialmente ralentizada.
Los versos dolientes y lúcidos de Things have changed, dieron inicio a una comparecencia en la que Dylan se centró en su cancionero del siglo XXI, con una especial querencia por temas procedentes de Tempest (2012). La veintena de canciones que desgranó junto a su impecable banda, trazaron un viaje por lo más granado del acervo musical americano con variados e irresistibles contornos. Ahí estaban el ataque jazzeado de piezas co- mo Duquesne whistle o Spirit on the water, el baño en blues de Early roman kings, la construcción solemne y hasta sensual de Forgetful heart. También la madera de crooner exhibida en Soon after midnight y la revisitada Simple twist of fate, la narrativa casi cinematográfica de Scarlet Town, o episodios más angulosos y oscuros marcados por Pay in blood o la postrera Love sick.
Con su habitual actitud distante, y la característica dicción arrastrada que es marca de la casa, el trovador de Minnesota se resiste a entrar en el museo donde algunos quisieran confinarle. En este combate, cuenta con la indudable calidad de su producción reciente, que no es exclusivamente fruto de la experiencia acumulada, sino de una inspiración todavía vigorosa, y sabia. Leyenda, sí. Pero muy viva.
La veintena de canciones trazaron un viaje por lo más granado del acervo musical americano