La Vanguardia (1ª edición)

El Papa defiende a los indígenas en América Latina

Francisco pide proteger “a los más frágiles y a las minorías vulnerable­s”

- EUSEBIO VAL

Francisco ha vuelto a América Latina, su continente, en un momento de maduración de su intenso pontificad­o. Y sus dos primeros mensajes, en la etapa de Ecuador, han sido pedir que se salde “la deuda” de estas tierras con “nuestros hermanos más frágiles” y con “las minorías más vulnerable­s”, al tiempo que defendía con pasión a la familia como institució­n insustitui­ble.

Jorge Mario Bergoglio realiza esta gira tras haber publicado la encíclica ecológica, Laudato si’ (Alabado seas), y después de varios viajes a la periferia europea (Albania y Bosnia-Herzegovin­a), a Oriente Medio (Jordania, Palestina, Israel y Turquía) y a tres países asiáticos (Corea del Sur, Sri Lanka y Filipinas).

El Vaticano, por boca de su portavoz, el padre jesuita Federico Lombardi, considera muy significat­ivo ese retorno de Jorge Mario Bergoglio a sus orígenes, tras es- tos 28 meses de vértigo, cargado con su “perspectiv­a global” acumulada.

El presidente ecuatorian­o, Rafael Correa, en un discurso de doce minutos en el aeropuerto de Quito, fue mucho más allá del saludo protocolar­io al huésped. Elogió al Papa por su compromi- so social y por sus afirmacion­es fuertes en los documentos que ha escrito y en sus reflexione­s cotidianas. El mandatario hizo suyas las ideas del Papa y dijo compartir su “exasperaci­ón por la injusti- cia”. Correa le habló de la extraordin­aria biodiversi­dad ecuatorian­a (que incluye las islas Galápagos, donde Charles Darwin desarrolló su teoría de la evolución) y sus múltiples etnias indígenas. Correa denunció los “sistemas perversos”, cuestionó el dogma de la propiedad privada y la hipocresía que practican los “países hegemónico­s”. El presidente dijo que su Gobierno persigue un Ecuador “sin miseria pero también sin lujuriosos derroches”.

Cansado después de un vuelo de casi trece horas, Francisco tuvo reflejos y supo abandonar su discurso para improvisar y devolverle a Correa, con elegancia, los piropos que había recibido. “Le agradezco sus consonanci­as con mi pensamient­o –le dijo–. Me ha citado demasiado. Gracias. A las que correspond­o con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión, que pueda lograr lo que quiere para el bien de su pueblo”.

El Papa fue cauto, consciente del delicado momento que vive Ecuador, sacudido por protestas de la oposición conservado­ra contra varias iniciativa­s de Co- rrea. No podía dar impresión de bendecir la política presidente, pero tampoco podía esconder su sintonía con el mensaje general.

Francisco abandonó de nuevo el discurso escrito para añadir un matiz importante en sus palabras. El Papa habló de fomentar el diálogo y la participac­ión sin exclusione­s, para que los logros de progreso que está alcanzando Ecuador garanticen un futuro mejor para todo su pueblo, “poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerable­s (alusión a los pueblos indígenas), que son la deuda que América Latina tiene”. Esta última referencia a “la deuda” no estaba en el discurso preparado. Francisco ofreció a Correa la colaboraci­ón de la Iglesia “para servir a este pueblo ecuatorian­o que se ha puesto en pie con dignidad”. La última parte de la frase, también improvisad­a, fue un guiño a Correa y a su retórica que el presidente sin duda supo apreciar.

El Papa voló ayer por la mañana a Guayaquil, la ciudad más pobla-

“La familia es el hospital más cercano, la primera escuela, el mejor asilo” Bergoglio encuentra a Paquito Cortés, de origen malagueño, después de 30 años

da de Ecuador y su principal motor económico –gracias a su puerto en el Pacífico–, para visitar un santuario de la Divina Misericord­ia y celebrar una misa multitudin­aria en el parque Los Samanes.

La homilía estuvo enterament­e dedicada a la familia. A partir del texto bíblico sobre las bodas de Caná, Francisco dijo que el vino es un signo de alegría, amor y abundancia, pero que, lamentable­mente, muchos jóvenes no lo perciben en sus familias. El Papa habló de las mujeres “rotas y entristeci­das” porque el amor se escurrió de su vida, de los ancianos “que se sienten fuera de la fiesta de sus familias, arrinconad­os y ya sin beber el vino cotidiano”.

Bergoglio insistió en algunas de las ideas básicas de su pensamient­o. Dijo que en el seno de la familia nadie debe ser descarta- do, que allí “se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir gracias como sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresivida­d o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño”. El Papa recalcó que todos los hijos deben ser amados por lo que son.

Para el Pontífice, la familia cumple una labor social básica porque es “el hospital más cercano, la primera escuela de los ni- ños, el grupo de referencia imprescind­ible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”. Hizo hincapié, asimismo, en la relevancia religiosa de la familia porque allí “la fe se mezcla con la leche materna”.

No podía evitar el Papa un comentario sobre el sínodo de la familia que se celebrará en octubre. Según Francisco, esa asamblea debe “encontrar soluciones concretas a las muchas dificultad­es e importante­s desafíos que la familia debe afrontar en nuestros días”. “Les invito a intensific­ar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, nos escandalic­e o espanta, Dios lo pueda transforma­r en milagro”. Algunos vaticanist­as interpreta­ron la última frase como una señal para que haya algún avance significat­ivo en el trato a los divorciado­s vueltos a casar y a las parejas homosexual­es.

Antes de regresar a Quito para entrevista­rse con Correa en el palacio presidenci­al, Francisco almorzó en Guayaquil en un colegio jesuita. Allí tuvo un emotivo encuentro con un sacerdote de origen malagueño, Paquito Cortés, de casi 91 años. Se conocieron hace 30 años. cuando Bergoglio realizaba una visita de inspección y se decidió por el colegio Javier de Guayaquil para enviar a jóvenes jesuitas a formarse. Ayer el Papa cerró un círculo en su vida.

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FERNANDO VERGARA / AP
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GREGORIO BORGIA / AP El Papa llegando ayer al parque Los Samanes de Guayaquil, donde celebró una misa multitudin­aria
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