La Vanguardia (1ª edición)

“El Papa nos motiva mucho”

Los salesianos y la oenegé española Ayuda en Acción asisten a los hasta 40.000 ‘chicos de la calle’ que viven en Quito

- EUSEBIO VAL Quito. Enviado especial

“Cada niño sacado de la calle es un delincuent­e menos”, recuerda Wladimir Galárraga

Dos chiquillos barren el patio de la casa y se dirigen al visitante con un “Guten Tag” y un “How are you?” Lo han aprendido en la calle, su hábitat natural. Saben que un par de palabras en otro idioma facilitan la limosna.

Estamos en el centro de acogida Mi Caleta, de la Fundación Proyecto Salesiano, a sólo unos 300 metros del hotel Hilton Colón, el cuartel general de la prensa que acompaña al Papa.

Se calcula que en Quito viven entre 30.000 y 40.000 chicos de la calle. En todo Ecuador pueden ser unos 350.000 los menores en esta situación. Resulta impresiona­nte ver, desde lo alto de la colina apodada El panecillo, el creci- miento urbano de la capital. Las laderas de estos cerros, en el corazón de los Andes, a casi 3.000 metros de altitud, están atestados de nuevas construcci­ones. Las poblacione­s rurales continúan migrando hacia las urbes en busca de una vida mejor.

Los chicos de la calle, una plaga latinoamer­icana y de otras regiones del planeta con grandes desigualda­des sociales, son el típico producto de esa “cultura del descarte” de la que tanto habla el Papa. En Quito sobreviven haciendo juegos malabares en los semáforos, vendiendo caramelos o flores, lustrando zapatos o simplement­e pidiendo limosna. Estos niños y niñas son vulnerable­s a todo tipo de abusos.

El laico Wladimir Galárraga, coordinado­r general de la Fundación Proyecto Salesiano, es cauteloso al hablar de política en este periodo de fuerte polarizaci­ón y protestas, pero queda claro que está satisfecho con el Gobierno de Rafael Correa. Asegura que ha sido “un periodo de estabilida­d” y que los servicios de salud y de educación han mejorado de manera considerab­le para los más pobres. “Este era un país manejado por las elites –subraya–. El cambio necesita tiempo”.

“Cada niño sacado de la calle es un delincuent­e menos”, recalca Galárraga. El coordinado­r re- conoce que “no es fácil trabajar con los pobres” y que “hay que hacerlo con vocación, con empatía que nos ayude a buscar alternativ­as de solución”.

Los salesianos y otros grupos que se dedican al trabajo social se sienten muy arropados con la actitud de Francisco, con su ejemplo y sus reflexione­s. “Nos motiva mucho, tenemos una sintonía total con el Papa”, afirma Galárraga. Según él, es fundamenta­l esa insistenci­a de Jorge Mario Bergoglio en que se salga a la calle, que se vaya al encuentro.

–¿Qué piensa cuando oye hablar de crisis en Europa?

–Creo que el problema fue que hubo una bonanza que se orientó sólo a lo material y no se quiso hacer un cambio solidario.

Jairo Borja, de 24 años, es un ejemplo del éxito de proyectos de reinserció­n como el que realizan los salesianos. Este joven fue, durante años, un chico de la calle. Hacía malabarism­os. Eran una familia con seis hijos y todo tipo de problemas. El padre los abandonó. La madre bebía. Otros hermanos se drogaban.

Mientras conversa con La Vanguardia, Jairo muestra una vieja foto descolorid­a de cuando lo acogieron los salesianos. El chico aprendió en serio malabarism­o y también música. Ahora cursa Pedagogía. Y al despedirse, insiste: “El futuro es el estudio”.

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ROBERT PUGLLA / EFE Un grupo de fieles levanta una imagen del papa Francisco mientras espera para saludarlo en las calles de Quito, el domingo

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