Gitano, turco y diputado
Los precarios tejados, recubiertos de plástico sobre ramas entrelazadas, no son precisamente techados de virtudes. Las viviendas, si así pueden llamarse, apenas se sostienen. Se han construido con material improvisado o de desecho y bien vulnerable a la tormenta.
Estamos en una pequeña población de unas doce mil personas cerca de Aydin, en el sudoeste de Turquía. Los niños comen manzanas, se divierten con la naturaleza y hacen travesuras con los pies descalzos. “¿Puedes explicar un poco tu vida?”. “Me paseo y... juego”, contesta Karakiz, probablemente un pseudónimo (chica negra) para una niña de unos siete años, de faz muy morena y cabello castaño.
En una población similar creció Özcan Purçu, de 37 años, un político que ha hecho historia al convertirse en el primer diputado de etnia romaní –seis millones de personas– en el Parlamento turco.
Karakiz no lo tendrá fácil y probablemente después de pocos años en la escuela –o durante ellos—tendrá que realizar labores de recolección como las de sus padres ahora con los tomates. La probabilidad de que se case demasiado joven es alta, la de acabar embarazada pronto, también, y en cambio la posibilidad de que acceda a una educación superior, escasa. La comunidad gitana apenas cuenta en la actualidad con 600 estudiantes universitarios.
Özcan Purçu lo expresa así, mientras muestra a un infante: “Lo digo abiertamente: nuestras metas son que este niño algún día pueda convertirse en piloto, en doctor o profesor. Pero nos pueden las necesidades inmediatas: ¿Qué voy a poner en la mesa esta noche? ¿De dónde voy a poder sacar diez liras (unos tres euros) para comer?”
La precariedad de gran parte de la población gitana en Turquía se ha agudizado con la llegada de refugiados del pueblo romaní procedentes de Siria. Ahora, la presencia de estos desposeídos es evidente en Estambul.
¿Qué significa ser romaní en Turquía? “Es ser diferente –responde Purçu–. En es- ta tienda de campaña no hay comida, no hay aceite y no hay sitio para comer. Significa vivir sin electricidad, sin agua”. Pero también crecer con una centenaria tradición musical, con fiestas como la del festival de primavera (Hidirellez), y “contar con una filosofía de la vida propia”, añade Purçu.
Hasta ahora los gitanos de la zona votaban al partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), islamista. Pero Purçu les ha convencido de que voten socialdemócrata. Él iba en el número cinco por Esmirna del partido Republicano del Pueblo (CHP), laico y el principal de la oposición.
Purçu defiende una mejor distribución de la riqueza que permita paliar los estragos educativos. O que posibilite la creación de empresas donde puedan trabajar mujeres. O la formación de músicos.
En fiestas populares en Anatolia y Tracia ya están bien presentes. Y de talento, al igual que en otros países, no andan aquí escasos. Cantantes como Gönül Akkor o Kibariye, virtuosos del clarinete como Selim Sesler o Sükrü Tunar, han hecho las delicias de muchos turcos. Recientemente, la música creada por esta comunidad ha llegado incluso al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Se trata del vídeo Wonderland del grupo de hip-hop Tahribad Isyan, nacido en el suburbio de Sulukule y en el que se arremete precisamente a través de la música rap cantada en turco contra la demolición de este barrio en Estambul, donde los gitanos viven desde hace 600 años y ahora están siendo expulsados debido a la especulación inmobiliaria.
“¿Me puedes cantar algo?” (...) Y Karakiz se sorprende poco después al oírse a sí misma saliendo de una grabadora. Es poco probable que haya oído a Esma Redzepova, la Reina de los Gitanos, cantando Chaje Shukarije ( Niña bella).
No puede leer su pijama, que dice en inglés “Estrella. Siempre alegre”, pero lo vive cuando canta.
Özcan Purçu es el primer representante
de la etnia romaní en el Parlamento de Ankara En Turquía hay seis millones de gitanos, pero sólo 600 estudian en la universidad