Cesiones de soberanía
El triunfo de Alexis Tsipras en el referéndum de Grecia da aire a Podemos. Es muy probable que los griegos vayan a sufrir tanto o más que si hubiera ganado el sí, pero una caída de Syriza habría sido un golpe para la moral de Pablo Iglesias y los suyos. Grecia está situando el debate sobre la austeridad y los efectos de la crisis en primer plano y eso en Catalunya pone algo de sordina a la hegemonía discursiva imperante desde hace tres años en torno a la independencia.
Ayer, sin ir más lejos, Convergència estableció un paralelismo entre la troica (Comisión Europea, FMI y BCE) con el Gobierno español, el Tribunal Constitucional y el déficit fiscal, mientras que los catalanes serían los griegos que defienden la soberanía que les pretende arrebatar “la banda criminal”, sin recordar que la cedieron cuando aceptaron incorporarse al club. Es una comparación arriesgada cuando se pretende convencer a las autoridades europeas de que acepten una Catalunya independiente en el marco de la UE, además de poco creíble si se tiene en cuenta que cualquier parecido entre Convergència y Syriza debería ser pura coincidencia.
Según un estudio del CIS sobre el votante de Podemos, este es el partido que atrae a más votantes descontentos con Europa. No es que se pueda calificar a la formación de Iglesias de euroescéptica, pero sus electores son ahora mismo los más recelosos con la UE. Convergència, en cambio, siempre se había vanagloriado de un europeísmo sin reservas.
El fenómeno de Podemos está trastocando más la política catalana de lo que parecía en un principio. Conver- gència está inmersa precisamente en un proceso de cesión de soberanía a la llamada sociedad civil en busca de la preciada “confluencia” del independentismo, en una operación que Podemos ya viene practicando con movimientos sociales y otros partidos de izquierda. El afán por desmarcarse de los políticos profesionales que tanto pregona Pablo Iglesias se extiende al ámbito independentista, de forma que CDC y ERC entregan a su vez soberanía a la Assemblea Nacional Catalana (ANC) para que decida cómo deben presentarse a las elecciones.
Podemos ha transformado incluso el axioma por el cual había llegado el momento en que los partidos catalanes debían abandonar la ambigüedad y pronunciarse inequívocamente a favor o en contra de la independencia. Pero a Pablo Iglesias no le pasa factura su equilibrio entre el derecho a decidir y la apertura de un “proceso constituyente” que no es más que una imprecisa propuesta de nuevo encaje de Catalunya en España.
Sin embargo, por más cesiones de soberanía y equilibrios que se practiquen ahora, después de las urnas volverá a ser el momento de la política y de las decisiones difíciles. Y, si no, que se lo digan a Tsipras y Merkel.