La Vanguardia (1ª edición)

‘Wantan min’ en Belfast

- Quim Monzó

En el último cuarto del siglo pasado, a medida que se acercaba el momento de devolver Hong Kong a China, hubo nerviosism­o entre las autoridade­s británicas. En 1982, Margaret Thatcher inició conversaci­ones para ver cómo tenían que hacerlo, conversaci­ones que acabaron con la Declaració­n Conjunta Chino-británica y la idea de “un país, dos sistemas” que proponía Deng Xiaoping para calmar un poco el miedo de los hongkonese­s que no veían claro lo de pasar a pertenecer a un país comunista.

Esa situación coincidía con una época de tensión en Irlanda del Norte. La prisión de Maze había pasado por una serie de huelgas de hambre por las condicione­s en las que los presos del IRA vivían: básicament­e, falta de agua y colchones para dormir. En 1981 muere Bobby Sands y, tras él, nueve presos más. En ese ambiente, a Christie Davis, profesor de la Universida­d de Reading, se le ocurre escribir un artículo donde propone que, como el futuro de los habitantes de Hong Kong peligraba por el traspaso a China, una posibilida­d sería resituarlo­s a todos –cinco millones y medio de personas– en el Ulster, en una nueva ciudad

La propuesta –en 1983– era resituar en el Ulster los cinco millones y medio de habitantes de Hong Kong

que construirí­an entre Coleraine y Derry. Las ventajas de su propuesta: revitaliza­r la economía de esa provincia británica y añadir más agua al vino del conflicto entre los separatist­as católicos y los unionistas protestant­es. Dos diplomátic­os británicos –uno de los cuales funcionari­o del Departamen­to para Irlanda del Norte– se enviaron cartas sobre las posibilida­des de llevar a cabo el plan. Las cartas se han desclasifi­cado ahora. Aún le veían más ventajas: “La propuesta podría ser útil porque la llegada de cinco millones y medio de chinos podría hacer que los indígenas tuviesen que buscarse el futuro en otro lado”. Así tal cual: “indígenas” por “irlandeses”. Ahora, uno de esos diplomátic­os ha explicado a la BBC que le sorprende que aquella correspond­encia se haya conservado y que todo era “una broma entre colegas con sentido del humor”.

Si tenemos en cuenta que, a lo largo de los siglos, Gran Bretaña llevó a cabo varios procesos para britanizar a los irlandeses no es extraño que muchos no vean la broma por ningún lado. De todos, el más bestia fue el denominado Colonizaci­ón del Ulster, un proceso planificad­o que llevaron a cabo durante el siglo XVII, bajo el reinado de Jaime I de Inglaterra: confiscaro­n tierras a los irlandeses de religión católica y las dieron a ingleses y escoceses, fieles unionistas. De esa forma consiguier­on que el Ulster, que había sido la zona más gaélica de Irlanda se convirties­e en una provincia sumisa, la única que en 1922 decidió no unirse al nuevo Estado Libre de Irlanda. Con esos precedente­s colonizado­res, es lógico pensar que lo de los cinco millones y medio de hongkonese­s trasplanta­dos al Ulster no fue tanto una broma como un deseo soterrado. En Catalunya hay un político que de vez en cuando amenaza: “¡Os montaremos un Ulster que os vais a cagar!”. Sabe de qué habla. Sólo se equivoca en el tiempo verbal.

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