La Vanguardia (1ª edición)

¿Y ahora qué?

- Miquel Roca Junyent

Grecia ha hablado y ha dicho que no. En este momento no se sabe muy bien a qué ha dicho que no y qué consecuenc­ias puede tener esta decisión. Pero lo que es evidente es que Grecia, o al menos una importante mayoría de su población, no quiere aceptar las condicione­s que Europa le pone para seguir ayudándola. Grecia reclama ser ayudada pero trasladand­o el coste de la ayuda a Europa. Es un planteamie­nto claro; ahora sólo falta que sea aceptado por Europa y los bancos acreedores.

Muchos analistas jugaban con que si ganaba el no era más interesant­e porque eso quería decir que Grecia quería seguir negociando con Europa. Si ganaba el sí, por el contrario, quería decir, pura y simplement­e, la aceptación de unas condicione­s que Europa ya había superado y que, por tanto, podían poner punto final a todo el proceso negociador. ¿Qué pasará? Está por ver.

Hoy por hoy, los griegos aceptan seguir padeciendo una situación caótica. Bancos cerrados, comercios afectados, indefinici­ón sobre el futuro económico y social del país. Han aceptado los costes derivados del cierre de su Gobierno; es legítimo, e incluso esclareced­or. Están dispuestos a padecer lo que su decisión comporte. Podría ser que contaran con que todo ello no será nada; que todo pasará y se seguirán recibiendo las ayudas que los gobiernos de los estados europeos le faciliten, con cargo a sus propios ciudadanos. Lo que Grecia no pague lo pagará el resto de los ciudadanos europeos.

Europa tiene una papeleta difícil de resolver. Pero el no griego le deja las cosas más claras. Ahora ya sabe –Europa– qué puede esperar de Grecia y qué coste tendrá la ayuda que esta necesita para seguir atendiendo las líneas maestras de su política económica y social. Con el no, todo es más trasparent­e. ¿Deberían los países eu-

Europa tiene una papeleta difícil de resolver, pero el no griego le deja las cosas más claras

ropeos someter a sus respectivo­s ciudadanos al coste que para cada uno de ellos representa aceptar las exigencias griegas?

Europa ha de aprender a convivir con el problema griego. Empezó a entenderlo cuando Grecia se adhirió a la Unión; más tarde se doctoró con las dificultad­es puestas por Grecia a la adhesión de España y Portugal. Y ahora deberá ver cómo supera una nueva dificultad que, segurament­e, no será la última.

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