Una visión distinta sobre la muerte del poeta
Las circunstancias de la muerte de Federico García Lorca siguen siendo un filón para historiadores y autores. El madrileño Manuel Ayllón, escritor, arquitecto y urbanista, acaba de publicar Granada 1936 (Stella Maris), donde expone una tesis que difiere de las oficialmente establecidas. Según Ayllón, que ha investigado y volcado en forma de novela lo sucedido en aquellos primeros meses tras el levantamiento militar de Franco, Lorca fue asesinado no por sus simpatías izquierdistas, sino por circunstancias más personales, directamente relacionadas con odios familiares y envidias fraguadas entre los terratenientes de la Vega granadina: los Roldán, los Benavides, los Alba y los García, la familia del poeta. “Lorca no era un problema político. Pudo ser extravagante, molesto e insidioso, pero nunca un peligro para nadie; políticamente no era objetivo de nadie, era inofensivo y contra él no hubo orden de detención”, asegura Ayllón a la agencia Efe. Sin embargo, se ganó la animadversión de sus parientes a raíz de la aparición de La casa de Bernarda Alba, que era realmente Francisca Alba, pariente de su padre, y sus hijas eran primas segundas del poeta. Pepe el Romano era en realidad José Benavides Peña, familiar de Antonio Benavides Benavides, guardia de asalto que participó directamente en el fusilamiento de Lorca. En Granada 1936 se recuerda que sus primos le agredieron físicamente en su casa de Granada, lo que le llevó a buscar refugio en casa de los Rosales, amigos del poeta y conocidos falangistas granadinos. Pero ni siquiera esta protección, y su amistad con José Antonio Primo de Rivera, que puso de manifiesto el autor sevillano Jesús Cotta en su reciente Rosas de plomo, le sirvió para salvar la vida en unos días donde la represión convirtió Granada en una carnicería. / A. S. Ruiz