La diosa del ‘soccer’
La evolución semántica del fútbol, deporte en el que ahora se “mezcla” en lugar de combinar y donde no hay pases de gol, sino “asistencias”, ha descubierto una nueva expresión en Vancouver para su diccionario particular.
Se dirá que Canadá resulta ser un territorio poco propicio para el arte balompédico y sus innovaciones. Pero ahí se consignó para la historia el término “final exprés”.
Aunque cambió el escenario –entonces fue Alemania–, las contendientes eran las mismas, las selecciones femeninas de Estados Unidos y de Japón, que se disputaron el Mundial del 2011.
En aquella ocasión, las japonesas, viniendo desde atrás –estuvieron dos veces en desventaja y empataron a falta de tres minutos para acabar la prórroga– se hicieron con el trofeo en la tanda de penaltis.
El acelerón cardiaco fue tremendo. El pulso de los dos países se disparó. Todos parecían pensar que la reedición de ese partido en el 2015 sería otro capítulo cargado de emociones e incertidumbres. Había ganas de venganza. Así quedó demostrado a pesar de que ni los más optimistas de los agoreros intuyeron una tarde-noche tan tranquila, es decir, desde el prisma estadounidense.
Pasados cuatro años, la enorme carga de adrenalina se evaporó en poco más de un cuarto de hora. En concreto, en 16 minutos y ante 53.341 espectadores, entre ellos el vicepresidente de EE.UU. Joe Biden. Ese es el tiempo que las de las barras y las estrellas precisaron para marcar el 4-0 y establecer unos cuantos récords estadísticos.
Y, por encima de las cifras, encumbrar a la nueva diosa del soccer, a Carli Lloyd, con el dorsal 10, el de los elegidos/ as para la gloria. Marcó el gol más madrugador en una final de la Copa del Mundo y, sólo trece minutos después, anotó su hattrick, también el primero en el match definitivo en un campeonato femenino (5-2).
Además, lo plasmó a lo grande. Su tercer gol –el cuarto del equipo– representa uno de esos gestos que definen una trayectoria. Por algo será que luce el mismo número que Pelé, Maradona o Messi. Cogió el balón en el centro del campo, a casi 50 metros de distancia del arco rival, y pegó un zapatazo combado, con efecto. Puro fútbol.
La portera japonesa, adelantada porque no se podía imaginar un alarde semejante, retrocedió para, al final, quedar retratada, tendida, incapaz –por suerte para los adoradores de este espectáculo–, de evitar una de las grandes imágenes futbolísticas, sin importar el género de la autora.
Ni Brasil, Argentina, Alemania o Inglaterra, ninguna de las grandes potencias futbo-
Las estadounidenses baten un récord al marcar cuatro goles en los primeros 16 minutos EE.UU. se toma la revancha del 2011 y reafirma el oro del 2012 ganado a las mismas rivales
lísticas, ha logrado lo que estas mujeres estadounidenses. Por tercera vez (1991 y 1999) se han proclamado campeonas, por lo que suman más títulos que nadie.
En la nación de las pelotas amelonadas y de los bates de béisbol, ellas han conseguido que el deporte de los colonizadores y de los inmigrantes hispanos acaparase este domingo las pantallas en los bares de Nueva York y del resto del país.
Hubo fiesta. En las celebraciones, Lloyd, nacida en Nueva Jersey hace casi 33 años, eclipsó a la guardameta Hope Solo o a Alex Morgan, embajadora del Barça en EE.UU., cuyo desborde recuerda a Neymar.
Carli Lloyd ha marcado seis goles –empató con la alemana Celia Sasic como máxima realizadora del torneo–, a pesar de que se mueve por el centro del campo. Jugaba en una posición más defensiva, pero la entrenadora Jill Ellis decidió modificar su táctica en la fase de clasificación. Le adelantó la posición y le dio permiso para soltarse, para lanzarse al ataque con libertad, circunstancia que ha destapado su creatividad.
En este proceso, Ellis le quitó los galones a la veterana Abby Wambach, leyenda del soccer en Estados Unidos que se ha visto relegada al banquillo, y se los dio a Lloyd.
Una decisión nada fácil, sobre todo porque al arrancar el campeonato, la ex seleccionadora Pia Sundhage, al frente ahora del equipo de su país, Suecia, arremetió contra Lloyd. Lo hizo a pesar de que a ella le debe buena parte del mérito del oro olímpico en Londres 2012. Lloyd marcó los dos goles que derrotó a su rival en la final: Japón.
Sundhage, que también ganó el oro en Pekín 2008, aseguró que Lloyd era muy buena, pero sólo si se sentía querida, aunque podía ser la peor en caso contrario. Es evidente que esta vez la 10 se ha sabido importante. A la hora de recoger el trofeo, le cedió el brazalete a Wambach.