La década prodigiosa de Aznar
Desde que dejó la Moncloa en el 2004 viaja por todo el mundo, hace caja y está en plena forma
En todas las etapas de la vida puede haber crisis de edad, pero algunos psicólogos sostienen que la verdadera crisis en los hombres es a los cincuenta. José María Aznar tenía 51 años en el 2004 cuando se retiró de la primera línea política, cumpliendo su compromiso de estar sólo dos mandatos en la Moncloa. Podía haber sido un jarrón chino en un apartamento pequeño, siguiendo la metáfora célebre de su antecesor Felipe González, pero Aznar tenía planes. Con sus contactos internacionales, ese mismo año 2004 se estrenó como profesor en la universidad Georgetown con un discurso en inglés sobre terrorismo. Fue sólo el principio. Once años después, a los 62, Aznar gana una fortuna asesorando a media docena de multinacionales y dando conferencias por todo el mundo. Tiene influencia en la política española, desde la presidencia de la FAES, el laboratorio de ideas del PP. Y luce un aspecto inmejorable para su edad. Ha cincelado un cuerpo de atleta, con un entrenamiento diario de altísima intensidad, está fibrado, viste impeca-
blemente, con ropa ajustada cuando va informal, y hasta su pelo brillante dio que hablar en el 2010 al espionaje estadounidense según revelaron unos cables que filtró Wikileaks...
¿Cómo se ha producido esta transformación?. En una entrevista reciente, el que ha sido su preparador físico durante veinte años, Bernardino Lombao, un exatleta olímpico, se enorgullecía de la metamorfosis de Aznar: “Cuando lo cogí estaba hecho una ruina total. Y míralo ahora, es una máquina”, aseguraba. “La semana pasada hizo 32 series de 60 metros con 20 segundos de recuperación entre cada serie. ¡Im- presionante! Pero cuando lo cogí no aguantaba corriendo ni diez minutos”, añadió. Cuando Lombao apareció en su vida, Aznar jugaba al pádel con asiduidad y se le veía en compañía de poderosos y famosos deportistas practicando este deporte, pero su entrenador le convenció para que “dejase esa ‘mariconada’ del pádel” y entrase en el gimnasio. Años después, Aznar ya podía presumir de estar en plena forma, como hizo en aquella famosa escena con el presidente George Bush, en el 2002, ambos con los pies en la mesa, cotejando su velocidad de carrera en un descanso de una cumbre del G-8. Bernardino Lombao aseguró, en el 2008, que el ya expresidente hacía 2.000 abdominales cada día, ni uno menos y el verano siguiente la prensa italiana publicó unas fotografías de Aznar en bañador durante unas vacaciones en la isla de Cerdeña, en las que se pudo verificar que sus abdo- minales estaban muy trabajados.
En paralelo a la actividad física, Aznar viaja muchísimo en los últimos años, y no para de hacer caja. Recibe unos 200.000 euros anuales como consejero de News Corporation, el gigante mediático de Rupert Murdoch, editora entre otros medios de The Wall Street Journal y The Times. También cobra los 75.000 euros anuales como expresidente. Y además ingresa por otras asesorías, conferencias, clases y libros. Cobró un adelanto de 600.000 euros de Planeta por tres libros, entre ellos dos tomos de sus memorias. La sociedad que creó con su mujer, Ana Botella, para canalizar los ingresos por los libros que publica y las conferencias acumula un patrimonio de más de dos millones de euros. Es la cantidad que se dice que costó hace un año y medio su chalet en Marbella, de más de 300 metros construidos.
En el terreno político, Aznar se siente el referente moral e ideológico del PP, partido que refundó en 1990, y del que denuncia que está perdiendo su identidad. En más de una ocasión ha despachado en público sus discrepancias con la estrategia de Mariano Rajoy, cuyas posiciones políticas sobre temas como los impuestos o la independencia de Catalunya considera melifluas y ambiguas.
Así es Aznar. Incluso cuando ha llevado el pelo largo, tenía una
El expresidente da conferencias, asesora a multinacionales, y su entrenador asegura que es “una máquina”
imagen conservadora. Su melena era clásica. Y el color, dicen los expertos que si se lo tiñe se lo hacen muy bien porque parece natural. Él es consciente de la importancia de la imagen pública y hace tiempo que mantiene a raya su bigote. Aunque para Bush, y ahí está el retrato que le pintó hace unos años, sigue teniendo un mostacho bien negro.