Catalunya y Navarra
Afectado por el calor que no cesa, el historiador británico Henry Kamen recuerda que muchos de los grandes disturbios de la historia europea y mundial se han producido en los meses de julio y agosto. En julio de 1936 estalló la gran trifulca española. En julio de 1945, recuerda Kamen en El Mundo, estalló la primera bomba atómica experimental en el desierto de Nuevo México. Un mes más tarde, dos bolas de fuego arrasaban Hiroshima y Nagasaki. La Revolución Americana comenzó en julio de 1776. La Revolución Francesa, en julio de 1789.
También hay julios calurosos y posmodernos. En España coinciden este mes acontecimientos que hace una década habrían provocado un colapso morrocotudo. Cuaja en Catalunya una candidatura conjunta del independentismo, que aspira a la mayoría absoluta en las elecciones previstas el 27 de septiembre. Y el mismo día que esa lista se presenta en Barcelona, el Parlamento foral de Navarra elige la primera presidenta vasquista y proabertzale de la autonomía que tiene permiso constitucional para fundirse con Euskadi.
En Barcelona, Pep Guardiola pone su prestigio internacional al servicio del soberanismo catalán. En Pamplona, la periodista Uxue Barkos, mujer de hierro, es elegida presidenta de Navarra con un acuerdo de gobierno que cede la consejería de Interior y Justicia a la abogada María José Beaumont, independiente con el apoyo de Bildu. Beaumont es un apellido de vieja raigambre en Navarra. Los beamonteses lucharon contra los agramonteses en la guerra civil navarra del siglo XV y acabaron apoyando a Fernando el Católico.
Julio del 2015. Conjunción del soberanismo catalán y presidencia abertzale en Navarra. En Valencia, la alianza federalista que preside Ximo Puig anuncia que “el problema valenciano dejará de ser invisible”. (El “problema valenciano” consistirá en la reclamación de una financiación equi- tativa y en la revitalización de la autonomía.) Y desde Baleares, Francina Armengol, nueva presidenta socialista, propone rehacer los puentes culturales en la antigua Corona de Aragón.
Todo sumado es tremendo para una mirada española de vieja tradición conservadora. Los más tremendistas llevan días leyendo el artículo 116 de la Constitución, que prevé el estado de sitio: “La
Los más avispados saben, sin embargo, que el posmoderno julio del 2015 puede que no sea exactamente lo que parece. En la conjunción catalana late un deseo de negociación – “el Estado sólo negociará si gana el sí”, declaraba Raül Romeva el domingo a La Vanguardia–, y la presidencia navarra queda en manos de Geroa Bai, coalición conectada con el Partido Nacionalista Vasco, que hoy no quiere aventuras.
El nuevo hombre fuerte del Gobierno navarro, Manuel Ayerdi, futuro consejero de Economía, tiene línea directa con Bilbao. El PNV observa Catalunya –observa Valencia, también– y cada semana recuerda que desea tener su papel en la inevitable reforma del orden español.