Sin sensores
Anotó con pesar este diario que la nave espacial New Horizons había enviado más señales a la Tierra en su viaje a Plutón que el Gobierno de España a la Catalunya efervescente de emociones soberanistas. Al mismo tiempo se escuchan y leen frases tremebundas sobre el triunfo del programa de ETA en la “españolísima Navarra” y ya hay quien ve ikurriñas en todos los ayuntamientos de la comunidad foral. El problema territorial se agudiza, se extiende y se radicaliza de esta forma con dos polos que se distancian cada día más: la pesadísima estructura del Estado, frente a la ágil estructura de quienes lo quieren romper.
Los miembros de esta última se dedican íntegramente a su tarea, imaginan escenarios, sueñan tierras de promisión, planifican su estrategia y dedican todo su esfuerzo a conseguir sus aspiraciones. Tienen entusiasmo y filosofía. Los agentes del Estado se han acomodado a sus posiciones, históricamente inexpugnables. Se han aburguesado. Sólo se sobresaltan cuando el problema aparece como grave o escandaloso ante la opinión y entonces echan mano de la ley invocando el Estado de derecho con toda solemnidad. Su aspiración se centra en mantener el puesto y para ello se rinden ante quien los designó o ante la disciplina del partido al que se deben. Y al partido le ocurre algo parecido: su prioridad es proteger a quienes lo alimentan y sostienen.
No queda nadie para seguir y medir la evolución de la opinión pública en zonas de conflicto. Nadie percibió que en Catalunya estaba creciendo el independentismo. Ni siquiera cuando la palabra independencia se empezó a utilizar en aquella Diada del 2012 con toda claridad. Nadie percibió lo que había detrás del 15-M y sus concentraciones. Nadie olió cómo Bildu trabajaba Navarra pueblo a pueblo en busca de la mayoría social que democráticamente propiciase la unión con el País Vasco. En consecuencia, nadie diseñó una política de Estado para contrarrestar lo que ahora enciende todas las luces de alarma. Eso sí: todos, desde el presidente del Gobierno al último concejal de pueblo, hace cálculos sobre cómo mantener la mayoría en la próxima legislatura. Son profesionales del poder, no servidores del Estado.