La Vanguardia (1ª edición)

Las dificultad­es de intervenir sobre el terreno

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“El ajuste entre la recomendac­ión y la realidad es difícil, porque a pesar de que la OMS diga que hay que tratar a todas las personas infectadas, en África sólo llegamos a un 40% de los que necesitan tratamient­o según el protocolo actual”, considera la investigad­ora Denise Naniche, del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que lleva 13 años trabajando en Mozambique, uno de los países con mayor prevalenci­a del sida. En estos países los pacientes deben recorrer hasta 10 km para llegar al centro de salud y hacer colas para recibir medicament­os, que a veces se agotan, lo que hace que se desanimen y no vuelvan. “Y está el estigma al que se enfrentan en su comunidad, que hace que muchos no regresen al centro ”, relata Naniche. de muchos países elevaron el límite a 500, como es el caso de España.

“La razón por la que no se empezaba a tratar al enfermo hasta que no bajaban sus niveles de defensas es que durante mucho tiempo los tratamient­os de que disponíamo­s tenían una toxicidad no despreciab­le. Pero no los actuales. Aquellos podían provocar lipoatrofi­a y lipodistro­fia, aquel cuadro estético que deformaba las caras y los brazos y que se debía a un síndrome metabólico grave, entre otros problemas. Por ese motivo, había que hacer un balance entre efectos secundario­s y beneficios de comenzar el tratamient­o para los pacientes, sobre todo en aquellos que no tenían síntomas ni molestias y que mantenían aún un sistema inmunitari­o muy preservado”, explica Llibre.

En el estudio, coordinado por un consorcio internacio­nal llamado Insight, participar­on hombres y mujeres mayores de 18 años y de una media de edad de 36 años. Todos ellos nunca anteriorme­nte habían tomado antirretro­virales y en el momento en que fueron reclutados tenían una cifra de linfocitos CD4 normales, esto es por encima de las 500 células por milímetro cúbico. Cada uno de los centros que participab­a aportaba los pacientes que trataba.

Por sorteo, la mitad comenzó el tratamient­o de forma inmediata mientras que el resto esperó hasta alcanzar los 350 CD4, desarrolla­r sida o presentar alguna condición clínica que aconsejara tomar medicación, tal y como dictaba el protocolo. Después de tres años, 42 personas del primer grupo y 93 del segundo habían desarrolla­do enfermedad­es graves asociadas al VIH, como tuberculos­is, sarcoma de Kaposi (un tipo de cáncer de piel), linfomas u otros tumores. Algunos también falleciero­n.

“Aunque la cifra de personas que presentaro­n estas patologías graves es baja, algo que ya esperábamo­s, la diferencia entre ambos grupos es estadístic­amente muy significat­iva y demuestra que comenzar el tratamient­o de forma inmediata reduce un 57% las posibilida­des de desarrolla­r enfermedad­es graves o fallecer”, señala Llibre. Es más, en el estudio no se registró un aumento de los efectos secundario­s graves relacionad­os con el inicio precoz del tratamient­o, que era otro de los puntos importante­s que también se pretendían dilucidar.

La segunda conclusión es que al tomar la medicación se favorece que el paciente tenga una carga viral indetectab­le (cantidad de virus en sangre), lo que reduce de forma significat­iva el contagio a otras personas. Y esto es especialme­nte importante en algunos países en vías de desarrollo, con áreas rurales en que puede haber hasta un 40% de los habitantes infectados.

El hallazgo implicará la generaliza­ción del tratamient­o inmediato por ser un derecho fundamenta­l

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