Playa y piscinas
La libertad y comodidad de pasar las vacaciones a remojo en un entorno seguro, reclamos de éxito
Mont-roig / Sant Pere Pescador
Con capacidad para 1.300 parcelas, unos 4.000 campistas conviven en plena temporada en el camping resort Playa Mont-roig, premiado entre los mejores de Europa. El visitante se sumerge en una realidad vacacional casi paralela, flotando literalmente en un pueblo cerrado de vacaciones con acceso directo a la playa, en la Costa Daurada, y la posibilidad de pasarse el día, si se quiere, de piscina en piscina.
Sucede algo parecido a pocos kilómetros, en la Torre del Sol, en Miami Platja (Mont-roig), en un camping también galardonado; a media mañana las piscinas podrían colgar el cartel de no hay billetes. No es tarea fácil encontrar aquí una tumbona. “¿Venís a la playa?”, pregunta una familia de Aragón. “Los niños quieren piscina”, resume la líder de un evidente matriarcado vasco.
Soplan vientos favorables. “Tenemos un 15% más de ocupación respecto a la temporada pasada y el agosto se prevé con un crecimiento parecido, pero aún queda agosto”, explica, prudente, su propietario, Antonio Jiménez. Este veterano empresario del sector atribuye la mejoría a “la recuperación del mercado nacional”. Entre holandeses y españoles copan el 40% de sus plazas.
Los campistas, que antes se conformaban con una buena parcela para acampar o instalar la caravana, piden comodidad y más servicios. El camping Las Dunas, en Sant Pere Pescador, ha reformado las dos piscinas, la terraza y la zona de solárium y ha construido un nuevo spa. “Más del 60% de nuestra clientela vuelve. La fidelización nos obliga a reinventarnos. Quien no mejora y se estanca lo paga caro”, advierte Toni Castellar, director de La Ballena Alegre, en Sant Pere Pescador, otro de los premiados en Europa.
El camping ha destinado 1,5 millones a la construcción este año de 23 bungalows ecológi- cos de 64 metros cuadrados. En una de las casas de madera, perfectamente integrada con el paisaje, almuerzan Martin y Anna-Miek Louwers, un matrimonio holandés de mediana edad, mientras sus hijas se zambullen en la piscina que tienen a pocos pasos de la mesa de desayuno. “Esto es más que un camping. Me gusta la tranquilidad, lo espacioso que es, la privacidad que tenemos –a pesar de que algunos días puede haber en las instalaciones hasta 6.000 personas– y el hecho de que está cerca de la playa”, explica Martin, gran aficionado al windsurf, deporte que podrá practicar sin moverse de aquí.
Entre los campistas que repiten estancia, los Vassalli, una familia suiza que desde hace cinco años cruza media Europa con su caravana para pasar sus vacaciones en La Ballena Alegre. “Los niños aquí son libres, hay muchas actividades para ellos y nosotros estamos tranquilos”, cuenta la madre, Matilde. También aprovechan para visitar Cadaqués o Salou.
El turismo familiar es la base indiscutible del negocio del camping. También los jóvenes y las parejas sin hijos eligen cada vez más esta forma de pasar las vacaciones.
Los niños transitan por el recinto a su antojo, con un programa de actividades propio