Los espacios por los que pasa la vida
Una exposición en el Macba da la réplica desde el terreno del arte al libro de Georges Perec ‘Especies de espacios’
En Especies de espacios, el novelista y ensayista francés Georges Perec (1936-1982) se impuso la tarea de fragmentar los espacios por los que transcurren nuestras vidas: describe primero la página en blanco (“escribo: vivo en mi hoja de papel, la cerco, la recorro”); luego la cama (“el espacio individual por excelencia, el espacio elemental del cuerpo que incluso el hombre más acribillado de deudas tiene derecho a conservar”), todas las camas que había habitado; después la habitación, el edificio, la calle, el barrio, la ciudad, el campo, el país, Europa, el mundo... Un viaje para entender el universo a partir de la comprensión de las cosas sencillas, de la vida ordi- naria... Frederic Montornés, crítico, comisario y artista –y seguramente una de las personas que más y mejor conocen la escena artística barcelonesa, a sus creadores y sus intereses–, toma prestados el título y la estructura del libro, a modo de guion o de “manual de instrucciones”, para una estimulante exposición que, lejos de pretender ilustrarlo, le da la réplica desde el territorio del arte.
Especies de espacios, que se podrá ver (y transitar) en el Macba hasta el 31 de enero, despliega una de las líneas de investigación puestas en marcha por el anterior equipo curatorial del museo, Valentín Roma y Paul B. Preciado, con el doble objetivo de escuchar las voces de la escena artística local emergente y ponerlas en relación con las de creadores ya consolidados y con las obras de la propia Colección Macba. Montornés responde al encargo de manera admirable. Desde el propio dispositivo expositivo, una audaz intervención del equipo de arquitectura MAIO, que compartimenta el espacio como si se tratara de las diferentes estancias de un edificio, iluminadas por bombillas que cuelgan del techo e interconec- tadas visualmente entre sí mediante ventanas y corredores que invitan a descubrir el juego de relaciones que se establecen entre las diferentes obras. Eso, en lo que respecta al primer ámbito, el que hace referencia a lo privado. La esfera de lo público, por el contrario, discu- rre en una sala completamente diáfana. Entre uno y otro, cerca de 50 obras de artistas como Ignasi Aballí, Lara Almarcegui, Marcel Broodthaers, Joan Colom, Jordi Colomer, Ignacio Uriarte, Pep Duran, Andrés Fernández, León Ferrari, Gego, Kuitca, Gino Rubert, Marla Jacarilla, Ester Partegàs o Hernández Pijuan.
Y, por supuesto, Lucio Fontana y Luz Broto, dos artistas que a partir de la sutileza de un gesto mínimo nos descubren nuevas dimensiones del espacio. Ellos, cuenta Montornés, están en el origen de su proyecto, al que luego se irían incorporando otros artistas que han abordado el tema desde diferentes perspectivas y finalmente, la idea de ordenar el conjunto siguiendo el
Frederic Montornés reúne 50 obras que abordan el tema del espacio, desde lo lúdico hasta lo novelesco Luz Broto perfora un agujero en el muro de la escalera para conectar el interior y el exterior del museo
guion de Perec. Broto, en lo que parece un juego metafísico, interviene en la escalera que comunica las diferentes plantas del museo perforando un agujero en el muro que comunica el interior y el exterior del museo. Abrir un agujero permanente, como el resto de las obras, comparten, según el comisario, los mismos puntos de interés que Perec utiliza para parcelar su obra: el sociológico, el autobiográfico, el lúdico y el novelesco.
Desde las cortinas de Daniel Steegmann Mangrané, cuyo sonido nos advierte al atravesarlas que hemos abandonado un espacio y hemos entrado en otro, a la espléndida Puerta verde de Dora García, una escultura que invita al visitante a imaginar qué hay al otro lado; de La casa de Pedro G Romero en el que Israel Galván marca con su baile flamenco un piso de protección oficial de Badia del Vallès alquilado por primera vez a una familia de rumanos, a los colchones pintados de mapas de Guillermo Kuitca el mundo dibujado de memoria por Emma Kay o las cartografías interiores de Andrés Fernández, artista con síntomas de autismo al que Montornés sitúa en pie de igualdad, sin jerarquías, con, por ejemplo, Guy Debord y su Discurso sobre las pasiones del amor o Gerhard Richter.