Activistas reformistas
Diez millones de españoles han perdido tanta renta que están en riesgo de pobreza y casi todos hemos visto cómo se recortaban nuestros ingresos. La clase media ha sido proletarizada para capitalizar bancos saqueados por desaprensivos. Situaciones parecidas en nuestra historia solían acabar en revueltas cruentas y revoluciones, que es lo que preveían estos años para España el foro de Davos y otros analistas. En cambio, el nuevo activismo, nacido con el “Yes we can” de Obama ha encauzado esa indignación social y ha evitado que se volviera antisistema para devenir reformadora. Y tal vez, dice Mansbridge, acabe siendo tan pragmática como el PSOE en su día. un sueldo para sobrevivir. La gente normal, como yo, no puede permitírsela.
Además hoy, pese a gestionar bien un gobierno, puedes perder las elecciones.
La hiperconectividad deja al político más expuesto que nunca a los cambios de humor del electorado. En cambio, las democracias necesitan cada vez más que todos se comprometan con el bien común más allá del voto.
¿Por qué?
Porque esa hiperconectividad y la interdependencia hacen que hoy la mayoría de los bienes colectivos puedan ser disfrutados por todos sin verse obligados a pagar por ellos.
Los países gorrones, o free riders, ya eran un problema internacional clásico.
Pero hoy, además de la seguridad colectiva que esos países gorreaban, cada vez hay más bienes públicos que se pueden disfrutar sin pagar. Por ejemplo, hay países gorrones que contaminan y se aprovechan de los que limitan sus emisiones para disfrutar del bien común del aire limpio.
Y en Europa muchos países prósperos gozan de la paz de la OTAN sin pagarla.
Dentro de cada país algunos se aprovechan del esfuerzo de otros que pagan impuestos y, ahora mismo, la UE se enfrenta al problema griego.
Pocos griegos pagaban impuestos, pero todos disfrutaban de pensiones europeas.
¡Es el problema de las democracias! Pagar impuestos es imprescindible, pero si tus políticos los evaden, ¿cómo logras la capacidad de coerción –de multar– legítima? Y, si no te juzgan legitimado para cobrar, al final nadie paga, porque no puedes poner un inspector a cada uno.
Merkel logra imponer la austeridad –funcione o no– porque ella misma es austera.
La primera función de la democracia es ser capaz de ejercer coerción legítima. Por eso es urgente experimentar nuevas formas de lograrla.
¿Qué tal si los políticos y empresarios cumplen las leyes y no evaden impuestos?
La ejemplaridad es fuente de legitimidad, pero muchas democracias tienen una clase política tan desprestigiada que, además, requieren procesos participativos para regenerarse.
¿No es menos arriesgado reformar popperianamente un sistema malo conocido?
Tenemos que ensayar vías de participación de los ciudadanos en la gestión y después ir aplicándolas poco a poco. Porque, si los procesos participativos complejos como los presupuestos deliberativos se practican mal, los ciudadanos se vuelven cínicos y el problema empeora.
¿Qué países están ensayándolos bien?
Los daneses son pioneros en ese camino participativo, por ejemplo, al implicar a los vecinos en la gestión municipal, por eso su democracia obtiene en las encuestas el mayor porcentaje –94%– de aprobación de Occidente.
No sé si aquí tenemos suficientes daneses.
Todos debemos ensayar mecanismos para implicar a los ciudadanos en la gestión pública y así generar capacidad de coerción legítima o lamentaremos males mayores.
LLUÍS AMIGUET