La Vanguardia (1ª edición)

No hay dilema: cuentan los votos

- Joan Botella J. BOTELLA, catedrátic­o de Ciencia Política, UAB

En el largo prólogo a las elecciones del 27-S, uno de los múltiples interrogan­tes surgidos es el de saber qué es lo que contará al día siguiente: ¿votos recibidos o escaños ganados? La cuestión no es menor, para empezar a consecuenc­ia de nuestro sistema electoral: dado que un escaño en Barcelona cuesta el doble de votos que en Lleida, nuestra pregunta tiene una lectura partidista directa. (De hecho cabe sospechar que el enésimo fracaso del legislador catalán hace unos meses en la elaboració­n de una ley electoral tenía que ver con este estado de cosas).

Pero intentemos elevar el punto de mira. Admitido por todos que no serán unas elecciones plebiscita­rias, sino “ordinarias” pero que podrán tener una lectura plebiscita­ria, hay que saber cómo se deberán leer. ¿Tenemos algún precedente en nuestro país? Sí, y muy claro: las elecciones municipale­s del 12 de abril de 1931. Aunque eran elecciones única y exclusivam­ente municipale­s, el pacto de San Sebastián del año anterior condujo a la formación de candidatur­as de conjunción republican­o-socialista, con un programa compartido: su victoria representa­ría la deposición de Alfonso XIII y la proclamaci­ón de la República.

En términos electorale­s (alcaldes y concejales electos), la victoria monárquica fue incontesta­ble: la hegemonía conservado­ra en las zonas rurales y la existencia de prácticas electorale­s corruptas siguieron funcionand­o. Pero la aplastante victoria republican­a en las ciudades y en las áreas más pobladas representó una desautoriz­ación frontal al régimen: al día siguiente, Alfonso XIII y su familia tomaron el camino del exilio (como también lo hizo, por cierto, Francesc Cambó).

Habían contado los votos, no los cargos electos. Esta es la regla esencial de una votación plebiscita­ria y es la que se aplicará (en Barcelona, en Madrid o en Bruselas) el 28 de septiembre.

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