La Vanguardia (1ª edición)

Rajoy y Sánchez se disputan el electorado de las generales

El PP pide un voto “masivo” y el PSOE aspira a recuperars­e en sus feudos

- Isabel Garcia Pagan

Agria disputa por el voto de la inmigració­n metropolit­ana

Estación del AVE en Lleida. Saludo y breve conversaci­ón entre el presidente del Gobierno central y el jefe de la oposición antes de tomar el tren de regreso a Madrid. Juntos pero no revueltos. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez libraron ayer su primer asalto en la campaña electoral catalana, aunque su dead line esté algo más allá del 27 de septiembre. Una carrera, con meta prevista para el 20 de diciembre, para la que el líder del PSOE lleva un poco más de fondo. Tres jornadas oficiales de mensaje y baile en Catalunya, le quedan otras cuatro, para recuperar la conexión con el votante socialista perdido en el laberinto de la crisis de la socialdemo­cracia, las idas y venidas con el derecho a decidir, y la propuesta de reforma constituci­onal de carácter federal. Los socialista­s buscan recuperar aire en el área metropolit­ana de Barcelona, pero también en sus feudos de Tarragona y Lleida, y lo hacen apelando al voto de la “concordia” y a los indecisos. Una bolsa de electores que cifran en un 25% y al que el candidato del PSC, Miquel Iceta, intenta seducir a su ritmo, sin dramatismo­s y sin establecer divisiones por el origen y la condición del destinatar­io del mensaje.

La batalla es doble y el candidato socialista sabe que los dardos deben repartirse entre Rajoy y Artur Mas para que los votantes del PSC vuelvan a casa. Un votante urbano, de origen inmigrante, que el socialismo monopoliza­ba, que

EL EXTRARRADI­O Iglesias divide ahora a los catalanes entre “los del Carmel y los de Pedralbes” A POR EL VOTO SOCIALISTA Rivera pasa el rastrillo en busca de los votantes del PSC “traicionad­os”

ahora está en disputa y que puede ser determinan­te en el plebiscito independen­tista.

Un votante al que también apeló ayer el presidente del Gobierno en su primera incursión en la campaña catalana al pedir un voto “masivo” contra el proceso independen­tista. Rajoy ha acabado por aceptar el carácter “diferente” del 27-S y los populares se presentan como los representa­ntes de aquellos que se sienten “orgullosos de su identidad catalana, española y europea”. De nuevo, apelación al voto de la inmigració­n.

Hasta que el eco del pronóstico de José María Aznar –“España sólo se romperá si antes se rompe Catalunya”– se coló a la campaña y se procedió a la demolición del “Catalunya un sol poble” que Paco Candel enarboló en los años 60 y que todos los partidos catalanes hicieron suyo. Hasta que llegaron Pablo Iglesias y Albert Rivera, que en su particular sprint también con meta en las generales, saben que la clave de su despegue electoral está en el área metropolit­ana y la batalla con los socialista­s no puede librarse únicamente echando mano de las acusacione­s de corrupción hacia el PP y CDC. El líder de Podemos enterró en el inicio de campaña cualquier huella de la herencia de Candel y del PSUC en la candidatur­a de Catalunya Sí que es Pot al reclamar a la “gente de barrio que no se aver- güenza de tener abuelos andaluces o padres extremeños que saquen los dientes”, un discurso etnicista que ayer le costó una protesta en su mitin en el barrio del Carmel. Y del origen, a la condición social. La nueva división trazada por Iglesias separa entre la Catalunya del “extrarradi­o”, la “más auténtica”, y la “del barrio de Pedralbes”. Horas después, Íñigo Errejón lanzó la opa sobre los “socialista­s de corazón” mientras el candidato Lluís Rabell aseguraba que “no tenemos problemas de carnets ni de banderas”.

La misma estrategia de la que echó mano Albert Rivera en l’Hospitalet, donde el dirigente local presume de que “los independen­tistas caben en un autobús”. Una apelación directa al origen andaluz del 20% de la población de la localidad y un compromiso para defender “la dignidad de la gente que nos parió” tras lo que consideró “traición” de los socialista­s. La combinació­n de la candidata Inés Arrimadas, nacida en Jerez de la Frontera y que lleva cinco años en Catalunya, con el líder andaluz del partido volvió a poner sobre la mesa la división entre “Catalanes de primera y de segunda”.

Junts pel Sí sabe que el alcance de la victoria de su candidatur­a unitaria depende del comportami­ento electoral del área metropolit­ana y que el discurso desplegado ayer enturbia la campaña cuando la candidatur­a independen­tista pretende envolver su mensaje con “sonrisas”. Los miembros de la lista mantienen presencia constante en los tradiciona­les bastiones socialista­s, una obsesión particular de ERC, y se alimenta el discurso social por encima de la demanda explícita de la independen­cia. Y es que el argumentar­lo de Junts pel Sí pasa por la defensa del “un sol poble”, al que ayer Oriol Junqueras añadió una apelación al voto del orgullo intergener­acional, más allá del origen, y preservar la llama de la resistenci­a al franquismo. Pero también hubo réplicas a Iglesias y Rivera: “no lograrán dividir a los catalanes, alcanzarem­os la independen­cia gracias a los hijos de los andaluces y los extremeños”, proclamó Carme Forcadell de la mano de la vicepresid­enta Neus Munté. Desde la CUP, Antonio Baños lazó su puya particular a Podemos: “El paracaidis­mo étnico no mola”.

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