La Vanguardia (1ª edición)

Sanae Takaichi

MINISTRA DEL INTERIOR JAPONESA

- ISIDRE AMBRÓS

El Ministerio del Interior japonés, que dirige desde hace un año Takaichi, no ha conseguido poner fin a una de las lacras de la sociedad nipona, los yakuza, la red mafiosa que lleva un siglo sumando fortunas y crímenes.

La mafia japonesa, la Yakuza, celebra su centenario y lo hace en medio de divisiones y amenazas de guerras internas con baños de sangre incluido. Un panorama que ha causado inquietud entre las autoridade­s, que aún recuerdan que la última escisión en los bajos fondos nipones en la década de los 80 se tradujo en una oleada de violencia incontrola­da en todo el país durante años.

La Yamaguchi-gumi, la más poderosa de las familias de la Yakuza, conmemora sus cien años de existencia con una mezcla de satisfacci­ón y rencor. Complacenc­ia por haber sobrevivid­o a un siglo y amargura por ver como las disputas económicas dividen y debilitan a la principal organizaci­ón mafiosa de la tercera potencia económica mundial.

Su capo, Kenichi Shinoda, de 73 años, conocido también como Shinobu Tsukasa, no ha vacilado en expulsar a trece grupos con más de 3.000 miembros, ante las críticas que recibió de los cabecillas de estas facciones, que cuestionar­on su liderazgo. Es una pérdida considerab­le si se tiene en cuenta que contaba con unos 23.400 afiliados, repartidos en 72 grupos, según la policía japonesa. Una cifra menguante en lo últimos años que supone el 43% de todas las personas relacionad­as con la Yakuza, según el Asahi Shimbun de Tokio.

La escisión en esta organizaci­ón, fundada por Harukichi Yamaguchi en 1915 como una agrupación de estibadore­s de Kobe, se produjo por disputas de dinero y por el férreo control que ejerce Tsukasa. Sus maniobras para situar en la cúpula mafiosa a sus hombres más fieles, procedente­s de una de las bandas más violentas, la Kudo-kai, fue la gota que colmó el vaso y que provocó el cisma, entre amenazas de represalia­s.

Las facciones desertoras ya se han organizado y han lanzado señales de guerra. Publicaron un documento en el que acusan a Shinoda de “egoísmo desmesurad­o”, han bautizado su agrupación como Yamaguchig­umi de Kobe, en referencia a que su sede se situará en esta ciudad portuaria del sur del país, usarán los mismos símbolos que la Yamaguchi-gumi de Shinoda y han escogido como padrino a Kunio Inoue, de 67 años, según Japan Times.

La rapidez con que se han reorganiza­do estas bandas mafiosas ha puesto en alerta a las autoridade­s niponas. Temen que se reproduzca el estallido de violencia incontrola­da que se generó en 1984, cuando se produjo otra división interna en la Yakuza. Una lucha sangrienta que se prolongó a lo largo de cinco años y que se tradujo en una treintena asesinatos y más de 70 personas heridas.

Parece casi inevitable, sin embargo, que estalle la pugna entre los grupos rivales. Están en juego ajustes de cuentas y las guerras por el control de los territorio­s y los negocios. Un pastel cada vez más reducido, debido a que las autoridade­s han decidido eliminar cualquier influencia de la Yakuza en la sociedad japonesa. Empezaron con una ley contra el crimen organizado en el 1992 y culminaron con una normativa en el 2011 que prohíbe a los ciudadanos ordinarios hacer transaccio­nes comerciale­s con estas organizaci­ones mafiosas.

Ante esta ofensiva la Yamaguchi-gumi tiene cada vez más dificultad­es para financiars­e. Las leyes contra el crimen organizado han logrado reducir su influencia en muchos sectores legales y cada vez es menor la presencia de sociedades mafiosas en la construcci­ón, las lavandería­s o los restaurant­es. La situación los arrincona en sus ocupacione­s ilegales, como la prostituci­ón, extorsión a grandes empresas, el juego y las drogas, donde les resulta cada vez más difícil moverse.

El grupo de Shinoda no vacila, sin embargo, en echar mano de todos los recursos para ganarse el favor social. Así, por ejemplo, tras el tsunami de marzo del 2011, mostró su lado más filantrópi­co y durante las primeras semanas envió a las zonas más afectadas 70 camiones con comida, agua, mantas y productos de higiene personal por valor de 350.000 euros. Una eficiencia organizati­va que contrastab­a con el desorden y el caos con que se movía el Gobierno.

No obstante, asfixiar económicam­ente a la Yakuza y cortar sus tentáculos no es fácil. Los grupos que la integran no son ilegales y han asumido que deben adecuarse a las nuevas oportunida­des de negocio que florecen si no quieren desaparece­r, como el fraude electrónic­o. Todo ello hace que los ingresos de la banda Yamaguchi-gumi se sitúen en torno a los 70.000 millones de euros, según la revista Fortune. Una cifra a la que ahora también aspira alcanzar la nueva organizaci­ón mafiosa que ha abandonado las filas de la Yamaguchi-gumi.

En 1984, una escisión en la mafia provocó una oleada de violencia en Japón durante cinco años

 ??  ??
 ?? GETTY IMAGES ?? Tatuajes mafiosos. Miembros de la Yakuza exhiben sus tatuajes durante un festival
en Tokio, en el 2006
GETTY IMAGES Tatuajes mafiosos. Miembros de la Yakuza exhiben sus tatuajes durante un festival en Tokio, en el 2006
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain