La Vanguardia (1ª edición)

Ante el nuevo curso escolar

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LA educación en Catalunya ha superado con aprobado la difícil situación generada por los recortes, durante estos años de crisis, gracias a que el esfuerzo y la profesiona­lidad de los profesores ha contribuid­o decisivame­nte a vencer los obstáculos. Pero es evidente que se ha tensado mucho la cuerda y que el sistema, por sí mismo, no tiene capacidad para avanzar en la mejora educativa que se necesita si no se aumentan los recursos.

Invertir más y mejor en educación es clave para el futuro de los jóvenes y, como consecuenc­ia, del propio país. Conviene recordarlo hoy, cuando comienza un curso escolar que aún arrastra la factura de los pasados recortes, ya que sigue aumentando el número de alumnos y no se ha repuesto la totalidad de las plantillas que había antes de la crisis.

Más de un millón y medio de alumnos vuelven hoy a clase. Son 116.000 más que en el año 2011, cuando empezaron los recortes. Se ha hecho un gran esfuerzo para poder atenderlos debidament­e, pero aún hay 1.500 profesores menos que entonces, unas mil escuelas todavía con barracones y un gasto por alumno que es un 30% inferior. La tensión es evidente en un año, además, en el que se han de implementa­r importante­s reformas para dar más horas de matemática­s y de lenguas en la enseñanza secundaria obligatori­a (ESO), la puesta en marcha de nuevos currículos, la aplicación –aunque sea descafeina­da– de la ley Wert y el nuevo y necesario impulso a la formación profesiona­l, que cada vez adquiere una importanci­a más capital.

Difícilmen­te este año, pese a las medidas puestas en marcha, mejorará el nivel medio de los estudiante­s, que se halla estancado y no evoluciona. Esta escasa excelencia educativa –muy grave para el futuro del país– se debe también en gran parte a la elevada desigualda­d existente. Son las escuelas e institutos de alta complejida­d, con elevada pobreza infantil y niveles sociocultu­rales familiares bajos, los que reducen el promedio general. Es necesario, por tanto, un mayor esfuerzo de apoyo económico y educativo a estos centros, ya que es básico garantizar la igualdad de oportunida­des en un país con un índice de pobreza infantil que afecta al 30% de los menores de dieciséis años.

El otro gran reto, además de la imprescind­ible necesidad de un mayor presupuest­o, es el de repensar la educación para mejorar la calidad de los sistemas de enseñanza y poder dar una respuesta más adecuada a los acelerados cambios tecnológic­os y sociales, con mayor formación del profesorad­o y mayores dosis de innovación en modelos más eficaces de aprendizaj­e.

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