No son mascotas
Poco a poco se va concretando el plan de acogida de los refugiados en España. El Gobierno lo ha dotado con 13 millones de euros inicialmente y ha anunciado que ampliará el presupuesto hasta los 200 millones el año próximo. Mientras tanto, las oenegés trabajan para la inminente llegada de los primeros asilados que esperan destino en Grecia o Italia, a la vez que la solidaridad ciudadana se mantiene muy viva aquí.
Ese alud de ofertas para acoger refugiados genera un doble sentimiento entre los expertos de las entidades sociales que liderarán la acogida. Por un lado, existe una gran satisfacción y emoción al ver que el espíritu humanitario de nuestra sociedad está muy presente. Pero, por otra parte, saben que deberán esforzarse para explicar a muchos ciudadanos de buena voluntad porqué no usarán sus recursos particulares.
Hemos oído a numerosas personas que bienintencionadamente ofrecen una habitación y un plato de comida. Es muy loable, pero la situación de los refugiados que llegarán requiere de una respuesta más sólida y pensada para una estancia de larga duración. No estamos hablando de unas pocas semanas o meses. Ni tampoco estamos ante personas solas que se puedan instalar en el cuarto de invitados. Nos encontramos ante familias con niños que necesitan una vivienda, un colegio cercano, un acompañamiento constante en su
España quiere ver el perfil de los refugiados antes de acogerlos. ¿Quiere decir que sólo queremos sanos y ricos?
idioma y una atención psicológica profesional que les ayude a salir del drama que han sufrido. Además, habrá que tener en cuenta que a medio plazo las familias acogidas en primera instancia querrán reagruparse y el número inicial de personas instaladas se puede triplicar.
De la misma manera que los refugiados no son mascotas, tampoco es de recibo que se pretenda hacer una selección. En este sentido, son inquietantes las declaraciones de dirigentes cuando advierten que entre los refugiados se podrían colar yihadistas o que el Gobierno pretende ver los perfiles de los asilados antes de trasladarlos a España. ¿Qué quieren decir con esto? ¿Que sólo queremos gente sana, altos y guapos, con estudios y con poder adquisitivo? Si es así, está claro que no hemos entendido nada.
Lamentablemente, este intento de selección inmoral que se intuye en nuestros gobernantes está extendido en otros países. Desde los que no quieren ver a los refugiados ni en pintura como en Dinamarca, hasta los que se ofrecen solamente a los asilados de religión cristiana, como sucede en algunas poblaciones francesas. Las oenegés que trabajan en la primera línea de paso de los refugiados en las fronteras turcas, griegas o húngaras saben muy bien en qué condiciones llega el inmenso contingente. Hablan de familias enteras, de muchos enfermos y de desesperación que lleva al enfrentamiento. También hablan de determinación por salir de allí y de preferencias de destino. Ellos también quieren elegir y, por eso, será necesario convencerles para que vengan. Igual no les interesa la España del récord de paro.