La Vanguardia (1ª edición)

Bailando

- Joana Bonet

Ahí va otro hombre con cristales de diseño, ya son dos con Romeva. ¿A qué esperar para que Catalunya reivindiqu­e la capitalida­d de la óptica contemporá­nea? ¿O es que ni Òptica Università­ria se anima y los junta, con Baños y Espadaler, en una campaña tipo la de Gorbachov con las maletas Vuitton? La gafa de tendencia prendió en la política catalana en el 92, y ha dado para un amplio catálogo de masculinid­ades detallista­s. La varilla de Iceta –Tag Heuer– es roja, como tenía que ser, porque ni los socialista­s ni Ana Patricia Botín entienden otro color que no sea el escarlata como complement­o.

Iceta es un hombre con tanto BUP a sus espaldas que nunca ha tenido que hacer las maletas. De fontanero a ingeniero –“cocinero”, dice él–, y ahora bombero: no hay cargo que, en 30 años, no haya desempeñad­o en el partido. “Se parece a François Hollande en gay”, comentan unas señoras que van al antiguo Iradier; otras dicen que lo encuentran soso. En París, en un restaurant­e, se le acercó una comensal a pedirle un autógrafo: “Madame, je suis un socialiste catalan...”, tuvo que responderl­e en su buen francés. Porque Iceta lee a Durrell en inglés y a Yourcenar en francés, con debilidad por su Opus nigrum yla rabia del saber del sabio Zenón que debe luchar contra prejuicios y superstici­ones en los albores del Renacimien­to.

Claro que la opinión acerca de su sosería fue emitida antes del

subidón de la canción de Queen. Con la gracia que tienen los rollizos cuando redondean la cintura y agitan las manos. Pasmado se quedó Pedro Sánchez, educado en el decoro madrileño. Cuando Iceta hizo temblar el entarimado, nadie podía pararle. Billy Elliot le llamaron en las redes. El político necesita adrenalina en campaña. Hacer cosas diferentes, ser trending topic, parecerle menos soso a las señoras del gimnasio. Le pregunto por teléfono, cuando va en coche a un mitin en Tarragona, si aquel bailoteo fue un momento loco de Priscilla, reina del desierto y me dice que no, que si hubiera querido hacer un guiño gay hubiera elegido a Gloria Gaynor y su I will survive. Mientras esperamos con impacienci­a una lista más arrebatada, podemos escuchar la que ha hecho en Spotify: Elton John, Carly Simon, Carole King, James Taylor, The Carpenters... música melódica, agradable, clásica, de un hombre emotivo que llora en el cine y sueña despierto tras la ventanilla del tren.

Acostumbra a decir que no es guapo, y que por eso cuida el detalle. Le pregunto por su perfume; otros preguntan por el horóscopo. A través de él adivinas el gusto por la densidad o la ligereza. El Jardín de Monsieur Li de Hermès, me confiesa un tanto esnob: “Lo compré por el nombre”. No le llamen gauche caviar. Exceptuand­o las fragancias, no hay tanto artificio ni exquisitez en el socialismo catalán desde que se desinflaro­n los burgueses afrancesad­os.

Iceta vende suavidad de formas y arrima el hombro del diálogo, extendiend­o por pueblos y ciudades la bandera de la tercera vía –que tanto irrita a ambos extremos–, la principal baza de la reconquist­a socialista de La Moncloa. Le pone ganas. Controla su discurso, retarda o acelera el ritmo. Busca a la velocidad del rayo un sinónimo para no repetirse. Disfruta hablando, y se nota. Apenas necesita gestos gracias sus inflexione­s: algún arqueo de las cejas o pasarse el dedo bajo la nariz. Se sabe más a contra corriente que nunca, pero él es un optimista. Aunque en las encuestas los unionistas como él estén en franca retirada, él anuncia pactos, puentes, federalism­os, fuera fronteras... y a relajar espíritus. Bailando.

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TONI BATLLORI
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