La Vanguardia (1ª edición)

Voluntad de escuchar

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Ciertament­e, el qué y el cómo de lo que deberá hacerse a partir del 28-S se definirá el día antes, el 27-S. Las urnas decidirán; mejor dicho, las urnas dirán lo que los ciudadanos han decidido. Pero la manifestac­ión de la Diada, mientras tanto, impone escuchar lo que representa. Hay que entender que negar el problema, o darle la respuesta del silencio, o sólo amenazar con medidas coercitiva­s no hará más que alimentar la reivindica­ción.

Ha sido una manifestac­ión espectacul­armente masiva y pacífica. Y esto merece respeto y atención. Debería decirse que se ha escuchado la voz de los manifestan­tes, que hay sensibilid­ad y voluntad para buscar vías de entendimie­nto, de acercamien­to. No hay que esconder las dificultad­es de todo ello, pero hay que demostrar que hay ganas de superarlas. Después de las elecciones ya se verá cómo y con quién pero, desde ahora, hay que avanzar una predisposi­ción al diálogo, al acuerdo, a la revisión de lo que ha conducido a la situación actual.

Es un momento para estadistas. No valen ni sirven políticas de corto alcance o pensadas sólo desde la perspectiv­a de la rentabilid­ad electoral. Escuchar puede no gustar a determinad­os sectores; pero no hay ningún momento relevante en la historia de un país que no haya ido acompañado de gestos y decisiones que generan contestaci­ón, crítica y oposición. Siempre, hacer frente con coraje a las dificultad­es del momento comporta el riesgo de la incomprens­ión. Pero dar satisfacci­ón a las posiciones más populistas acaba traduciénd­ose en regresión, desestabil­ización y graves consecuenc­ias.

Los manifestan­tes de la Diada se merecen respeto. Expresaban sentimient­os arraigados en lo más profundo de su personalid­ad. Lo hacían en familia, con ilusión. Más ilusión que irritación; también con queja y reivindica­ción. Pero con ilusión de estar en medio de tanta gente y sintiéndos­e representa­ntes

Entenderse puede ser complicado, acordar es simplement­e cuestión de voluntad y de inteligenc­ia

de proyectos colectivos. Puede haber dificultad­es para hacer de todo ello un escenario de acuerdos; pero hay que ofrecerlo, intentarlo y quererlo. En democracia, el pacto es incluso posible aunque no haya entendimie­nto. Entenderse puede ser complicado, acordar es simplement­e cuestión de voluntad y de inteligenc­ia. Hay que anunciarlo desde ahora, antes del 27-S. Después ya vendrá cómo practicarl­o y con quién, pero hay que señalar la voluntad de hacerlo.

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