La gran epopeya
Hace un año se publicó la novela Un home que se’n va, de Vicenç Villatoro. Pero llamarla novela quizás sea una descripción simplista. Mejor sería definirla como un relato real, a la manera de Cercas. Y no cuelo a Javier Cercas porque sí. El libro de Villatoro se enmarca en una corriente de las literaturas hispánicas emparentada con la revisión de la guerra propuesta por el movimiento de la memoria histórica y que tuvo el éxito abrumador de Soldados de Salamina como momento de explosión.
Notables novelistas –de Cercas a Manuel Rivas, de Martínez de Pisón a Trapiello– reflexionaron sobre las raíces del presente problematizando las explicaciones más tópicas sobre el pasado más traumático de la contemporaneidad española. Es la libertad del narrador aquello que les posibilitaba hurgar tan adentro. La literatura, allí donde la historia se detiene, inicia una indagación en la dimensión ambigua de las conductas individuales para revelar así la complejidad de las vidas. Sin embargo, a diferencia de los libros de los narradores mencionados, el de Villatoro sólo ha podido emocionarnos a los lectores que leemos en catalán. Ni una sola editorial se ha planteado traducirlo al castellano. Ni las que tienen sede en Barcelona. Y eso es una disfunción preocupante, un empobrecimiento objetivo.
Porque Un home que se’n va es, por lo poco que yo sé, el libro que con mayor honestidad, contando una dramática peripecia individual –la del abuelo de Villatoro, originario de Castro del Río (Córdoba)–, mejor ha explicado la gran epopeya constructiva de la sociedad española moderna: la esperanza de una tradición liberal hecha política, la destrucción de la convivencia iniciada por la contrarrevolución antidemocrática y el intento de recomenzar una vida digna emigrando del sur a una Catalunya industriosa que, ante el acoso de su identidad, se salvaba porque quiso ser cuna de recién llegados.
Quizás si Pablo Iglesias hubiera leído el libro de Villatoro no habría usado el argumento tóxico de apelar al voto charnego de una manera tan barata. Aquí no nos los hemos permitido jamás. Paco Candel no lo habría consentido. Los otros catalanes somos todos.