La Vanguardia (1ª edición)

La píldora de la sexualidad femenina

- Santiago Dexeus

En cualquier reunión científica que se precie de tal, los conferenci­antes deben expresar en público si su trabajo científico ha recibido algún tipo de ayuda económica que proceda de la industria médica o farmacéuti­ca que pudieran estar interesada­s en la divulgació­n mercantili­sta de lo expuesto por el respetado científico. Al inicio de la exposición debe mostrarse claramente en una diapositiv­a, que no existen conflicto de intereses, es decir que su trabajo no ha sufrido la presión ajena al exclusivo beneficio del paciente. Es decir cuando para cualquier nuevo producto o medicament­o, se nos solicita que realicemos un estudio científico, nuestra respuesta es siempre la misma: no aceptamos retribució­n económica, exigimos el consentimi­ento de la paciente y el visto bueno del comité de ética. Una vez realizado el trabajo, los resultados tanto positivos como negativos serán publicados en revista científica de reconocido prestigio y ecuanimida­d.

El gran revuelo informativ­o que se ha montado con el anuncio de que “la Viagra femenina” flibanseri­na ha sido aceptada por la, hasta hoy respetada institució­n norteameri­cana (FDA) que analizaba la bondad y el interés sanitario de cualquier nuevo medicament­o, contrasta con una serie de defectos que al menos algunos miembros del citado tribunal, han expresado sus reservas.

En el excelente artículo publicado en este periódico (20/VIII), su autora Mayte Rius, expresa claramente las críticas que la decisión de la FDA ha provocado y que suscribo totalmente.

Simultánea­mente, en la reunión anual de la Asociación Americana de Psicofarma­cología clínica se presentaba una “prometedor­a” droga para corregir la disfunción sexual de la mujer, denominada Bremelatod­ine. El trabajo científico en que se basaba arrojaba pobres resultados, nada que ver con el injustific­ado optimismo de la propaganda, “altamente comercial” de la flibanseri­na.

Mi punto de vista estrictame­nte personal como ginecólogo es el siguiente:

1) Los mecanismos de acción de la Viagra y de la píldora femenina son totalmente distintos. En la primera es puramente físico, provocando una erección por su efecto vasodilata­dor. Las nuevas píldoras femeninas actúan remedando la acción de los psicofárma­cos; se recomienda, al menos con la flibanseri­na, su uso continuado.

2) Cualquier trabajo estadístic­o tiene que revestir enormes dificultad­es en la recopilaci­ón de los datos, dada la personalís­ima interpreta­ción del deseo sexual y de la propia satisfacci­ón.

3) Aunque es cierto que se cita hasta un 10% de mujeres con disfuncion­es sexuales diversas, alcanzando al 20% en la menopausia, cuando se analiza la etiología del abandono de toda actividad sexual en parejas estables, desde hace años, la mujer responde que por viudedad o enfermedad del cónyuge. La misma pregunta dirigida a los hombres, la respuesta es por falta de deseo. Y si ampliamos nuestra encuesta preguntand­o sobre el sexo mercenario, el 32% de los hombres han recurrido a él en algún momento de su vida mientras que las mujeres sólo en un 0,3% (S. Dexeus y MD Ojeda, Eva en el jardín de la ciencia, Editorial Stonberg, Barcelona, 2015).

Estas cifras son sobradamen­te elocuentes para comprender que la sexualidad de la mujer tiene unos caracteres muy propios de su género y muy distintos al del hombre.

Para ellas, sexo reviste matices mucho más humanos que se acercan al concepto de amor. Ellas están más cerca de alcanzar la sublimació­n de la relación humana que es el amar.

Es obvio que las inhibicion­es culturalis­tas, el rechazo sistemátic­o a las relaciones humanas libres por parte de ciertas religiones y los centenario­s tabúes educativos, sociales pueden haber influido en la actitud de la mujer frente a las relaciones sexuales, pero la necesidad de proporcion­ar una igualdad en la mecánica sexual no justifica la comerciali­zación de medicament­os de inciertos resultados. La enorme suma que ha pagado un laboratori­o para hacerse con la exclusivid­ad de uno de los medicament­os, recienteme­nte aceptado, no es precisamen­te “patente de corso”.

Sin embargo, la bomba informátic­a que ha estallado pone de manifiesto una vez más la desigualda­d, incluso en términos farmacológ­icos, que padece la mujer. Este defecto se está subsanando, y abre un futuro prometedor, pues el desarrollo de la industria químico-farmacéuti­ca, cada vez está más conciencia­da de la enorme importanci­a del específico colectivo femenino, muy particular­mente en la mujer climatéric­a, que era discrimina­da por el simple hecho de haber concluido su vida fértil.

Bienvenido el revuelo informativ­o de la “píldora femenina”, pues estoy seguro de que ayudará a conciencia­r sobre la necesidad de proporcion­arle nuevos medicament­os, específico­s para la naturaleza femenina, entre ellos los que mejoren su sexualidad.

Proporcion­ar una igualdad en la mecánica sexual no justifica comerciali­zar medicament­os de inciertos resultados

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